Control orientado

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El control orientado, esa figura excelsa y casi poética, es la máxima expresión de talento en fútbol, pero no sólo en fútbol. También es el no va más, la ecuación de Dirac, en la escritura, la política y el juego de los amantes. En todo, porque sin un buen control orientado previo a la jugada, la vida se vuelve un sinsentido, no hay jugada. Te acabas cansando. Demasiado esfuerzo, muchas carreras para lo llegar a ninguna parte. Pero si controlar un acontecimiento repentino, o un balón esquivo llegado de quién sabe dónde es difícil, figúrense orientarlo mientras lo controlas.

Hay quien sabe hacerlo y hay quien no sabe, de ninguna manera. Y lo más trágico. Hay a quién le sale un magnífico control orientado de uvas a peras, o un par de veces en su vida, y no sabe cómo lo ha conseguido. Ni cómo repetirlo. Ese pobre desgraciado está condenado al suplicio de Sísifo, y cuando ya esté por entregar el espíritu, viejo y exhausto, en su lecho de muerte aún se le oirá decir: «Yo una vez hice un control orientado». De modo que cuando veas a un mediapunta hacer un control orientado, y al rato otro, y hasta un tercero como quien lava, enseguida comprendes que ese individuo es un fenómeno del balompié. O un escritor de verdad o un líder nato o un amante formidable. Hace lo más difícil sin reparar siquiera cómo lo hace. En el fútbol, esta tarea casi imposible suele recaer en el cerebro, el que lleva la manija –según expresión argentina–, ya que sin control orientado, tampoco hay manija.

En Brasil, la expresión se sustituye a veces por ‘el que sube el piano’ y luego cede el balón en el área al crack de turno, que es el que efectúa el control orientado. Es igual, depende del sistema de juego, y los controles orientados están por encima de los sistemas. Se trata de un gesto instantáneo y complejo, además de arriesgado, porque si no sale perfecto tanto en control como en orientación, es pésimo y provoca errores no forzados. No sólo en tenis hay errores no forzados, el fútbol y la vida están llenos de ellos, y son los que dan más vergüenza. Lo sé por experiencia, no necesito que nadie me fuerce a cometerlos. Pero eso sí, hice cierta vez un control orientado. Me acuerdo.