Las infraestructuras del Estado

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El vasto Imperio romano necesitaba de buenas vías de comunicación, sobre todo, para trasladar a sus ejércitos hacia la periferia para defender sus fronteras. Era una cuestión de estado. Eran las infraestructuras de la época, algunas calzadas romanas han llegado hasta nuestros días.
Hoy, las infraestructuras no son solo carreteras, sino redes ferroviarias, puertos, aeropuertos, redes de electricidad, instalaciones de gas, etc. Un Estado será más creíble y poderoso cuanto mejor y más sólidas sean sus infraestructuras, cuanto mejor funcionen.

Hasta hace bien poco podíamos presumir de excelentes infraestructuras bien gestionadas, pero parece que hayamos entrado en fase de decadencia. Llevamos meses o quizá años en los que las deficiencias en estas instalaciones son noticia, más allá del inverosímil apagón total del pasado lunes. Por cierto, no voy a culpar a Pedro Sánchez del fallo, pero sí recordarle tres cosas.

La primera, si se afirma con rotundidad (para desmentir supuestos bulos) que un apagón general no puede ocurrir en España hay que ser consciente de que la palabra del presidente del Gobierno está empeñada y, por tanto, su responsabilidad. La segunda, que no vale alegar que las empresas que han fallado son privadas cuando el 68 % del accionariado de Redeia es institucional (español y extranjero), el 20 % es de la SEPI (dependiente del Ministerio de Hacienda) y la presidenta es una exministra, registradora de la propiedad.

La tercera, quizá más importante, es que para gestionar el Estado hay que sentirlo como propio, hay que querer fortalecerlo para hacer frente a las exigencias actuales. Difícilmente puede sentirse así cuando se está dispuesto a transferir la gestión de infraestructuras esenciales a aquellos socios de gobierno a los que el Estado les importa un rábano hasta el punto de apostar constantemente por su debilidad y eventual desaparición.

Hay comunidades autónomas que claman por tener la gestión de aeropuertos, sustituyendo a AENA, o de puertos, o de líneas de alta velocidad u otras muchas. Se argumenta que desde ‘Madrid’, chivo expiatorio para cualquier queja, no hay sensibilidad regional. Y yo digo, menos mal. Si le dieran a Castilla-León la planificación de vuelos, por ejemplo, tendríamos conexiones directas entre Valladolid y Bari, eso sí, a cambio de una muy jugosa subvención del gobierno autónomo a alguna aerolínea de bajo coste.

Las infraestructuras básicas han de estar gestionadas por el Estado, o cuando menos, por gente con un gran sentido del Estado. Algo que echamos de menos cuando la dana en Valencia y ahora también cuando el apagón. Todas las decisiones en este ámbito tienen gran trascendencia. Por eso hay que tomarlas pensando en la racionalidad y eficacia, no en los votos de las siguientes elecciones.
¿Existe el sentido del Estado para gestionar las infraestructuras o depende del momento político?