Psicólogos de robots

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Hace muchísimos años, precisamente en 1950 que es el año en que nací, el escritor Isaac Asimov publicó su famoso libro de relatos Yo, robot, en el que estableció las no menos famosas tres leyes de la robótica para máquinas inteligentes, y donde como seguramente habrán visto en la película, ya aparece con rango de protagonista la doctora Susan Calvin, robopsicóloga. Psicóloga de robots. El caso es que hace 75 años, cuando la IA apenas era materia de ciencia ficción, ya resultaba obvio que no se podía construir ninguna inteligencia sin apoyo y control psicológico de expertos.

Cierto que en el nacimiento y desarrollo de la IA abundan los neurocientíficos y el estudio de redes neuronales, pero la neurología tiene poco que ver con la psicología, y a estas alturas del invento, con el auge de la inteligencia artificial y no existiendo inteligencia sin traumas, trastornos y patologías, echo ya de menos brigadas de robopsicólogas especializadas como la doctora Calvin. Supongo que las habrá, pues existen centenares de especialidades psicológicas, pero ni se las ve ni se las oye. Resulta que en cuestiones de robótica llevamos 75 años de retraso. Normal que se hable tanto de los peligros de la IA, y la elevada probabilidad de robots majaretas o paranoicos, que se salten esas tres leyes de la robótica sin que se les fundan los algoritmos o se les afloje un tornillo por un mal contacto.

Dónde están los robopsicólogos expertos es lo que quisiera saber. Porque mira que si las grandes empresas tecnológicas, para ahorrar sueldos, están desarrollando a escondidas, paralelamente a la inteligencia artificial, robopsicólogas artificiales. Esa trama sí que no se le ocurrió a Asimov. La doctora Calvin se horrorizaría, las pasaría moradas. Y se perderían millares de puestos de trabajo, porque cualquier máquina pensante preferiría ser tratada por otra máquina pensante. Empatizarían mejor. Si creen que estoy exagerando, y que psicoanalizar a un robot es como psicoanalizar un paragüero, en eso mismo consiste el psicoanálisis. ¡Y funciona! Tanto que en 1950, recién imaginada la inteligencia artificial, ya se daba por supuesto que harían falta robopsicólogas. A qué estamos esperando.