Miquel Serra
Miquel Serra

Consejero editorial del Grupo Serra

Noticias del futuro

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Mi abuelo Josep era algo supersticioso. Si le pasaba por delante un coche de la funeraria, como me sucedió el miércoles por la mañana en la Rambla palmesana, daba el día por perdido y no tomaba ninguna decisión. Si el vehículo transportaba un ataúd, peor todavía: era capaz de dar media vuelta e irse a casa todo el día. A veces vigilaba el paso de gatos negros o el vuelo de las aves buscando señales de lo impredecible. Aún me pregunto si aquella creencia le venía de su abuelo italiano. De hecho, los augures romanos escrutaban el entorno como lo hacía él. Junto a los auríspices y las sibilas, los augures estaban legitimados para dar las noticias del futuro. El cristianismo los desterró a todos, los difamó y puso de moda la fe y los milagros. En la Edad Media salieron de debajo de las piedras magos, brujas, médiums, astrólogos, adivinos, quiromantes y cosas parecidas, y los quemaron a todos por herejes. Sin embargo, y viendo que era necesario entretener al personal con noticias del futuro, el cristianismo dejó correr profecías indescifrables como las de san Malaquías, Nostradamus o Fátima. Con las bombas atómicas, la era digital y la inteligencia artificial, todo eso que he contado es historia pasada, incluso ridícula, si no fuera por la persecución y el sufrimiento que fue infligido en aquellas épocas a miles de personas de buen corazón. «¿Y ahora, por qué escribe tantas tonterías?», se preguntará algún lector que tiene los pies en el suelo, o en el metaverso. Y tendrá razón, porque han pasado las horas y no me ha sucedido nada tras cruzarme con aquel coche fúnebre. De momento.