Amaya Michelena
Amaya Michelena

Jefa de sección (Domingo)

Nacionalizar

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Durante décadas, en la época franquista, las grandes empresas públicas españolas eran deficitarias y se mantenían –entre todos, como cualquier cosa que merece la pena– para garantizar unos servicios decentes. Con la llegada de José María Aznar al poder, se metió mano a su gestión –hacía buena falta– para convertirlas en empresas rentables y en cuanto lo fueron, aquel las vendió a sus coleguitas, hoy archimillonarios gracias a lo que siempre fue patrimonio de los españoles. El resultado de la privatización ha sido una brutal subida del precio de todos los servicios y, a la postre, el cambio de manos hasta dejar las infraestructuras críticas para un país en manos de fondos de inversión que lo mismo meten su dinero en minas de oro que en pisos de alquiler social, compañías aéreas o empresas de reciclaje de cartón siempre que den beneficios. Es la economía de ahora, se produce solo para contentar al accionariado y en cuanto no compensa, se abandona el sector y a otra cosa más rentable. Desde el punto de vista del mercenario financiero esto es Jauja, pero cuando se piensa en términos de nación, de Estado y de ciudadanía lo primero que viene a la mente es la necesidad urgente de nacionalizar los principales activos que en su día se vendieron en un mercadillo. Desde luego la producción energética, pero también el transporte –por carretera, red ferroviaria y aéreo–, la telefonía, la vivienda social y la banca. Será comunista, será bolivariano, bolchevique y todas las memeces que se puedan decir, pero siempre será preferible proteger y blindar los servicios públicos para los ciudadanos que se hinchan a pagar impuestos que favorecer el negociete privado de cuatro yanquis codiciosos y sus palmeros.