Jaime Vázquez
Jaime Vázquez

Periodista

Aeropuerto en obras

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Las obras han convertido el aeropuerto de Palma en un magnífico laberinto. Si antes había gente que repartía mapas de la Isla, ahora van a tener que repartir planos del aeropuerto para no perderte en el intento de salir cuando llegas o para no llegar tarde a la puerta de embarque cuando te marchas.

Para una buena parte de los mallorquines, el aeropuerto es como una segunda o tercera casa. Lo conocemos como la palma de la mano. En él pasamos muchas horas de espera, nos enfadamos cuando tenemos retrasos y nos alegramos cuando vamos a recibir a alguien que llega. Sin embargo, el otro día tuve una sensación extraña al salir del avión. Tuve la impresión de que me había equivocado de destino. Nada me resultaba familiar. No sabía en dónde me encontraba. Seguí las señales que guiaban hacia la recogida de equipajes arropado por el resto de los pasajeros que caminaban hacia un final incierto. Mi desconcierto aumentó sobremanera cuando el trayecto se me hizo mucho más largo de lo habitual. Aunque nuevo en algunas zonas, una buena parte del recorrido discurría ilustrado por paneles que ocultaban las obras en curso. El caso es que, lejos de terminar, los andamios parecían estar en su primera fase.

Antiguamente los cambios en el aeropuerto se realizaban en temporada baja, cuando el número de vuelos era más reducido. La Semana Santa era el referente temporal para estrenar las novedades. Con el paso de los años las obras se fueron extendiendo en el tiempo y en el espacio. Ahora son permanentes e imperecederas hasta el punto de convertir la grandeza del escenario en una inmensidad inabarcable. Un gigantesco laberinto enredado que contribuye al ejercicio físico involuntario y estimula el desconcierto muscular. Y yo, escéptico por naturaleza, estoy seguro de que antes de que se terminen las obras ya se habrá firmado el proyecto de las siguientes. Es el cuento de nunca acabar. Pero no te confundas, las esperas, los retrasos y las cancelaciones seguirán siendo consecuencia de esos histéricos y mistéricos problemas técnicos que en ocasiones advierte por megafonía el chófer del avión, del conductor de esa línea de autobuses con alas, que es en lo que han convertido a la aviación comercial.