Salud mental
Ya me gustaría que mi salud física, la del cuerpo en sí, estuviese a altura de la mental. Otro gallo me cantaría. Porque mi salud mental es excelente, mucho mejor que a los veinte años, y aunque en estos tiempos da un poco de vergüenza hacer semejante declaración, que puede parecer insolidaria y hasta una muestra de incultura y espíritu trasnochado, lo cierto es que esa vergüenza no perjudica en nada mi exultante salud mental. Tampoco lo digo por presumir, ya que la he conseguido sin mérito alguno por mi parte, sin el menor esfuerzo mental y sin recurrir a terapias o farmacología, supongo que por pura suerte y de chiripa. De hecho, jamás he prestado ninguna atención a mi salud mental, y ahora mismo, hace cuatro minutos cuando comencé este párrafo, fue la primera vez en mi vida que reparé en ella. Y resulta que está la mar de sana, lo que a juzgar por lo que suele decir gente bastante importante y mediática, debe ser una rareza. Espero que les alegre saberlo, porque si hasta yo puedo disfrutar de una salud mental por lo menos aceptable, a mi edad y ruina física, el panorama sanitario en este asunto no será tan tenebroso como a menudo se pinta. Cierto que he tenido mucha suerte, y nadie me presionó jamás la mente, ni me la manoseó a fin de superar retos y lograr metas, y como no soy aficionado a la competición ni me peleo conmigo mismo (total, perdería), lo único que tiene que hacer mi mente es llevarme de un sitio a otro sin tropezar y cumplir las funciones básicas para las que está facultada. El resto del tiempo va a su bola, divaga, dormita, lee, y si hay que conversar con alguien, conversa. Yo no me meto con ella y ella no se mete conmigo. No le pido peras al olmo, procuro no ponerla en aprietos con mis actividades, que son escasas, y confío que ella haga lo propio y no me monte líos. Por supuesto, no estoy diciendo que todos deban hacer lo mismo, ya que cada cual tiene la mente que tiene y es como es, y una de las claves de la buena salud mental es no ir por ahí sermoneando a la gente y diciéndole lo que tiene que hacer. Eso desgasta muchísimo, genera pataletas. La mente enferma, y la toma con el cuerpo. Para hacerse notar. Y claro, pasa lo que pasa.
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