Eros y apagón

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Si estaban ustedes en las islas hace dos días, puede que ni siquiera se hayan enterado, pero como los que andábamos por la Península vivimos de lleno el apagón generalizado y consecuente caída de red, me voy a permitir darles unos consejos por si acaso sucede de nuevo y les afecta de lleno (por aquello de que estas cosas, por supuesto, nunca suceden, y nunca vuelven a suceder). Y es que, en un mundo que depende enteramente tanto de su electricidad como de su telefonía, ¿qué se puede hacer cuando eso falla?

Pues como siempre, volver la vista hacia el viejo y anciano Eros, que ya funcionaba mucho antes de todo eso. Por ejemplo, una amiga que siempre mantiene bien cargada la batería de su juguete más íntimo me manifestó su intención de darse a sí misma una gran fiesta, mientras que otra me expresaba su culpabilidad por haberse entregado a las caricias compartidas durante su jornada laboral, y otra más hablaba de cómo, al dilatarse el tiempo sin conectividades de una clase, se dilataron también otras conectividades a las que por rutina se solía entregar menos.

En fin, que mientras muchos y muchas se preocupaban por hacer preguntas, buscar motivos o acaparar alimentos, otros y otras decidimos utilizar un precioso tiempo regalado para descubrirse y descubrir, solos o en compañía… así que ese es mi consejo, tan importante como ese famoso kit de supervivencia que recomiendan los que por supuesto no tienen nada que ver con el apagón ni con sus consecuencias.