Amaya Michelena
Amaya Michelena

Jefa de sección (Domingo)

Peligros

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Las últimas cumbres del clima se celebraron en países productores de petróleo –en Bakú el año pasado, en Dubai el anterior y en Sharm el Sheikh en 2022– y la conclusión principal de todas ellas fue que la transición a nuevas formas de generación de energía debía hacerse de forma paulatina, con sensatez y poco a poco. Naturalmente, todos pensamos que lo que pretendían los anfitriones era proteger su negocio, porque los «otros», sobre todo la Unión Europea, llevaba años vendiéndonos la urgencia de abandonar los combustibles fósiles para apostarlo todo a las renovables.

Como consecuencia, Europa se ha cubierto de placas solares y molinos eólicos –no tanto de enfuches para coches eléctricos porque son carísimos– y nos hemos sentido orgullosos de nuestro compromiso irrompible con la salud del planeta. Lo que no nos cuentan nuestras autoridades medioambientales es que todas esas nuevas formas de generar energía limpia requieren minerales que no están tan al alcance de la mano como el carbón y que los expertos aseguran que empezarán a escasear a partir de 2030. Es decir, mañana. Y muchas cosas más que nos ocultan, como el riesgo de que esto que ha pasado en España con el gran apagón fuera una posibilidad.

Remota, quizá, pero real. Y ahí está. En las Islas nos hemos librado ‘gracias’ a nuestro aislamiento y, sí, a los combustibles de toda la vida: carbón, gas, diésel… que proporcionan la mayor parte del suministro eléctrico. Casi suena a terrorismo decirlo así, pero quizá las cumbres del clima no andaban tan desencaminadas y esto de lanzarse en picado a la aventura eólica y solar conlleva riesgos que ignoramos. Como aconsejaban siempre las abuelas, despacito y buena letra. Mejor ser prudentes.