Vivir en el paraíso de la delincuencia

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Sería más apropiado el enunciado «el sinvivir de los ciudadanos en nuestro paraíso». Es el proceso de autodestrucción en que se conjugan la estupefacción, rabia e impotencia. Realizar análisis desde la emoción o ideología no es inteligente ni objetivo. Accedamos a la razón. Cuáles son los factores que han propiciado este malestar social. Uno es el desproporcionado aumento poblacional. Permítanme un símil. El agua es la dadora de vida, sin ella desaparecemos. La lluvia propicia nuestro sostén. Pero si aparece de forma abrupta ocasiona grandes tragedias, véase maremotos y danas. En Balears hemos aumentado en una sola década el cuarenta por cien la población. Todo proceso necesita sedimentación y adaptación. El sustrato social, religioso, cultural, educativo, sanitario y de sostenibilidad, no ha podido absorber el aluvión migratorio. La cohesión social es indispensable para la convivencia. Ahora hemos construido una torre de Babel, con desconocimiento de nuestra cultura y lengua. El sistema no podía abarcar su normalización e integración. Ello ha propiciado la aparición de guetos de lumpen social. El factor que debe regular y modular este proceso es el político y legislativo. Desde la Transición, de un modelo de alternancia política sana y necesaria, donde se iban introduciendo medidas de corrección para solucionar y hacer proclive el progreso. Hemos llegado a una situación donde minorías con ideologías anacrónicas imponen sus tesis. La irrupción de extremos ideológicos, de ultraizquierda y derecha, han provocado decisiones delirantes que generan desequilibrio social. En estos caos aparecen y florecen con extrema facilidad las mafias, que se aprovechan de los desesperados de países subdesarrollados. Todo ello configura nuestro mapa sociológico actual. Para armonizar la convivencia, el legislativo debe modular los criterios y garantía de convivencia. Pero si el Parlamento Nacional legisla para que la ley proteja al reo en lugar de a la víctima, el resultado es la situación actual. Con ellos los extremos se tensionan, no hay convivencia, se destruye la armonía sociológica, se pierde identidad cultural y la sensación es de miedo y desasosiego. Ahora el binomio de libertad-seguridad se ha invertido, es lógico. De que nos sirve la libertad, si no podemos disfrutarla por miedo. No salimos tranquilos de nuestro domicilio por miedo a que al llegar nos lo hayan ocupado, si te agreden de forma violenta para robarte. Este sinvivir va modificando la manera de convivir y aún más grave, la de pensar. En las próximas elecciones es muy probable que se produzca un cambio, las plañideras de la izquierda se lamentarán del avance de la ultraderecha. Sánchez y sus socios lo están propiciando. Queremos ser generosos, apoyar a los ciudadanos que pasan por momentos delicados, pero no financiar el paraíso de mafias y delincuentes. Generosos si, imbéciles no.