Aranceles

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La cosa se complica por momentos. La última de Trump, su carta menú de aranceles, provocó ipso facto la pérdida de 1.500 puntos en el índice Dow Jones de Wall Street y la caída de un 1 % del Ibex. Con la subida de los aranceles la intención de Trump no es otra que la de proteger la economía doméstica, aminorar la competencia extranjera y, de paso, desestabilizar las economías rivales –en especial la china, a la que le ha impuesto un 34 %– para así mantener la hegemonía USA. No tardaremos mucho en saber si se está agujereando los pies con tanto perdigón como suelta, de hecho tiene la recesión a la vista.

En todo caso, las consecuencias van a ser tremendas. La Comisión Europea, como siempre, está en lo suyo: en el Tirol, con pantaloncitos cortos y haciendo gorgoritos a la tirolesa, que es el equivalente a nuestro estar en Babia. Por de pronto, Sánchez ya ha anunciado un plan de 14.000 millones para compensar a las empresas por los aranceles, cantidad que habrá que sumar a la que acabará destinándose para cubrir el porcentaje que exige la OTAN y al prorrateo de ese delirio al que llaman rearme europeo. Y lo mismo pasa en la mayoría de los países de la Unión, con la insufrible Von der Leyen a la cabeza.

Es maravilloso ver cómo cuando los propios capitalistas provocan una crisis todos se vuelven keynesianos. La cuestión es que entre una cosa y otra falta poco para que de nuevo oigamos hablar de austeridad, lo que significa que de una u otra manera vamos a pagar los de siempre.