Guillem Ferrer
Guillem Ferrer

Fundador del movimiento Poc a Poc y de la Fundación Educació per la Vida

La revolución interior

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Vivimos en un tiempo paradójico. Tenemos casas más grandes, pero familias más pequeñas. Más comodidades, pero menos tiempo. Tenemos más títulos pero menos sentido común. Consumimos más medicinas, pero respiramos menos salud. Hemos surcado el espacio y regresado de la Luna, pero nos cuesta cruzar la calle para saludar a un vecino. Construimos ordenadores que almacenan cantidades ingentes de información, pero la comunicación auténtica se diluye entre pantallas. Nos hemos excedido en cantidad quedándonos cortos en calidad. Es la hora de la comida rápida y la digestión lenta. De los grandes beneficios y las relaciones superficiales. Es la era en la que hay mucho en el escaparate pero nada en el interior.

Como nos recuerda el sabio: «La verdadera transformación no es la que cambia el entorno, sino la que transforma la conciencia». Hace falta una revolución interior que transforme el paradigma actual y nuestra manera de entendernos a nosotros mismos y entender el mundo, porque la parte más valiosa de una persona es su vida interior. No hay otra. Ninguna reforma política, avance científico o progreso tecnológico podrá resolver las heridas profundas de nuestra sociedad. Porque esos problemas, esos abismos, habitan en el corazón y el alma de cada ser humano. Es ahí donde debe germinar el cambio. Nuestra civilización se ha extraviado en el laberinto de lo exterior, olvidando la dimensión espiritual que nos define. Y en esa ignorancia, sufrimos.

El caos exterior no es más que el reflejo de un desorden interno. La contaminación ambiental, la crisis climática, la violencia cotidiana, la depresión… son la sombra proyectada de un ser humano desconectado de su esencia espiritual. Cuando olvidamos la compasión, la humildad, el cuidado planetario y la justicia social, naufragamos en un mar de vacío y desasosiego. Hasta que no comprendamos que somos seres espirituales atravesando una experiencia humana, no hallaremos el equilibrio. Es un problema que deberíamos resolver en esta vida.

El activismo es necesario, sí. Pero no basta. Sin un trabajo espiritual profundo, sin atención plena y despertar interior, la transformación será fugaz. He aprendido –y te lo digo desde el corazón– que aquietar el alma y reencontrarnos con lo sagrado es la base indispensable para cualquier cambio duradero. Solo desde esa paz interna podemos construir un activismo consciente, sólido y transformador.

Estamos llamados a repensar nuestro lugar en el mundo. No podemos cambiar el mundo entero… pero sí podemos transformar nuestro mundo interior. Despertemos. Respiremos. Caminemos. Meditemos. Miremos hacia dentro. La única revolución que vale la pena es la que despierta el alma.