Javier Jiménez
Javier Jiménez

Subdirector de Ultima Hora

El kit mallorquín

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Ahora que la Unión Europea y la OTAN se han puesto juguetones y les ha dado por meternos el miedo en el cuerpo y resucitar el fantasma de Stalin y de las hordas soviéticas cabalgando hacia Occidente, el kit de supervivencia nos recuerda a una película de Pajares y Esteso. Pero en Mallorca, en caso de guerra o desastre natural, tendríamos nuestras propias particularidades. Nada de mochilas tácticas; solo una cesta tipo ‘senalla’, que encima están hechas con fibras naturales y son ecológicas. Aunque con las bombas nucleares regalando generosamente radioactividad, quizás no fueran efectivas del todo. Y ni hablar de los insípidos alimentos no perecederos que recomienda la UE: aquí sólo comeríamos Quelitas o Gori de Muro. También intuimos que los primeros días de un conflicto serían caóticos y se buscarían espías o infiltrados rusos, aquí y allá. Con milicias custodiando el túnel de Gènova: «Pare usted. Debe demostrar que es isleño. ¿Qué pasa cuándo cruza el túnel?». «Que siempre cae una gota de agua del techo sobre el cristal», contestaría el sospechoso. «¡Correcto! Puede seguir». En otro control, serían más exhaustivos con el conductor: «Dice que viene del Port de Pollença.

Entonces, ¿Baja o sube a Palma?». Como buen mallorquín, el interrogado dudaría. Pero ese titubeo lo salvaría: «No hay duda. Usted es de aquí». Lo peor llegaría en las inmediaciones del Parc de la Mar. El interceptado, en esta ocasión, se enfrentaría a una pregunta atroz: «¿Nadan los palmesanos en verano en la playa de Can Pere Antoni?». «Sí, claro». «¡Deténganlo, es un espía ruso!».