El llamado ‘eterno femenino’ es la feminidad, o sea el conjunto de valores que definen a la mujer. El ser humano en su versión femenina da para mucho. Es colosal, sabio, sibilino y sobre todo tierno y maternal en cuanto puede, aunque las feministas del insulto y la pancarta no se hayan enterado. El arte, seguramente desde nuestras pinturas rupestres, digamos que desde que el humano siente y piensa, nos dibuja, esculpe y canta el ‘eterno femenino’. Palma, dos veces milenaria, nos lo viene demostrando siglo tras otro, y no a través de remodelar las esclavas valkirias servidoras del Odín germánico, sino de esculpir el perfil de la mediterránea Atenea, hija de Zeus.
En esto pienso desde que me llegó la invitación de Damián Ramis, hijo de Remigia Caubet, para asistir a su conferencia sobre la estatua de Nuredduna, la obra maestra de su madre, dando cuerpo y alma a la protagonista del poema de Costa i Llobera. Viví de cerca el affaire de la estatua. Recuerdo el momento, en el salón de sesiones del Ayuntamiento, sería el año 1970, en que fue expuesta la maqueta del futuro Parc de la mar, ante las miradas expectantes del alcalde Gabriel Alzamora y su amigo el periodista Gabriel Fuster, nuestro inolvidable Gafim. Este, prendado del ‘eterno femenino’ que ya percibía en los bocetos de Remigia, le dice al alcalde, otro ‘prendado’: «Pronto verás a Nuredduna, emergiendo de las aguas del lago, al pie de la catedral». Nunca Nuredduna llegó al Parc de la Mar. Primero, durante diez años estuvo escondida en unos almacenes, y llegado el mandato de Joan Fageda, éste, también de los ‘prendados’, al menos la entronizó con la lira, la sabiduría griega, alzándose sobre unas piedras talaióticas, allá en el Portitxol.
También esta misma semana he pensado sobre otra expresión del alma femenina. Me refiero a ‘la verdad desnuda’, situada por Mariano Benlliure al pie del monumento a Antonio Maura en la Plaça des Mercat. Era por el año 1927, estaba la feminidad proyectada desnuda, pero los mojigatos de la época, aquellos que por mandato clerical no podían ver a sus mujeres desnudas ni en la cama, impidieron tamaño atrevimiento y obligaron a que se remodelase con un leve velo. Algo había sucedido en Barcelona por los mismos años. La Diosa de Josep Clarà, proyectada para adornar los jardines de la plaza de Cataluña, fue retirada para ser exhibida en el atrio del Ayuntamiento. Y esto que la Ciudad Condal ya disponía del Nacimiento de Venus, también expresión del ‘eterno femenino’, en la obra de los hermanos Vallmitjana, situada desde finales del XIX sobre la monumental cascada de los jardines de la Ciudadela. Allá Venus emerge con los brazos alzados, contemplada por dos náyades, tumbadas a sus pies. Nosotros, antes de enriquecernos con la obra de Remigia, tuvimos las sirenitas del hotel Bahía Palace. ¡La que se armó con ellas!
Desde estos recuerdos, pensémoslo bien, el ‘eterno femenino’ de nuestra Mallorca matriarcal está en manos de artistas y poetas. Se expresa en la imagen de María de Nazaret, la Dolça dona d’Amor de Ramon Llull, que culmina la fachada principal de la Catedral. Y permanece en nuestro Derecho ancestral, que nunca conoció la machista ‘venia marital’. Preguntémoselo a nuestra Pilar Ferrer, diosa del Derecho balear.
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