El mes de Ramadán es un tiempo sagrado para más de 1.500 millones de fieles en todo el mundo, una oportunidad de reconciliación del ser con su cuerpo, su mente y su Creador. Es un mes de profunda espiritualidad, en el que el ser humano se aparta de lo mundano para enfocarse en lo trascendental. A través del ayuno, la oración y la meditación, los creyentes refuerzan su conexión con lo divino y renuevan su compromiso con la compasión y la generosidad hacia el prójimo.
Desde el amanecer hasta la puesta del sol, quienes practican el Ramadán se abstienen de comer, beber y otros placeres terrenales, no como un sacrificio, sino como un acto de disciplina y devoción. Este ejercicio de autodominio permite a los fieles alcanzar un estado de claridad espiritual, donde la mente y el espíritu se liberan de distracciones y se centran en la introspección y el crecimiento personal. Es también un tiempo para la reconciliación, el perdón y la unidad, valores que fortalecen los lazos comunitarios y familiares.
En Baleares, cerca de 80.000 personas de distintas nacionalidades y procedencias observan el Ramadán. Para ellas, este mes es un reto de equilibrio entre la vida cotidiana y el compromiso religioso. Compaginar el ayuno con el trabajo, los estudios y las responsabilidades familiares no siempre es fácil, pero la determinación y la fe hacen que este esfuerzo sea motivo de orgullo y satisfacción. Al caer la noche, con la ruptura del ayuno en el iftar, la mesa se convierte en un punto de encuentro donde se comparte la comida, la alegría y la gratitud.
Ramadán no es solo un periodo de abstinencia, sino una invitación a la reflexión y a la mejora personal. Es un tiempo para fortalecer la empatía con quienes menos tienen, para cultivar la paciencia y la humildad, y para renovar el compromiso con la justicia y la solidaridad. Al finalizar el mes, con la celebración del Eid al-Fitr, se celebra no solo el fin del ayuno, sino también la renovación del espíritu y la certeza de haber crecido en fe
La influencia del Islam en Mallorca dejó un legado que trasciende el tiempo. En una sociedad cada vez más acelerada, el Ramadán nos recuerda la importancia de hacer una pausa, de mirar hacia adentro y de valorar la conexión con los demás y con lo trascendental. Un mes que, más allá de la religión, nos ofrece un mensaje universal de introspección, convivencia y esperanza.
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