La cosa no va ya de presunción de inocencia, es una cuestión de pura y simple dignidad. Que el presidente del Parlament, Gabriel Le Senne, vaya a sentarse en el banquillo de los acusados por un (presunto) delito de odio en pleno ejercicio del cargo retrata al personaje y el partido en el que milita, Vox. Destrozar las fotografías de una asesinada por el franquismo durante la Guerra Civil, como es el caso de Aurora Picornell, es un acto que descalifica a su autor con independencia de lo que dicte la futura sentencia. Cuando se ocupa un puesto de tanta relevancia política, Le Senne – la segunda autoridad de Balears– está obligado asumir la consecuencias de los actos que protagoniza. Este sostenella y no enmendalla merece un serio reproche social, además de confirmar que jamás debió presidir el Parlament un político troglodita a tenor de las opiniones que manifestaba.
La actitud del Partido Popular en todo este tema también es preocupante, ponerse de perfil –por imprescindibles que sean los votos de Vox– en un tema como el que protagoniza Le Senne no es de recibo. Y lo debe saber la presidenta del Govern y líder de los conservadores en las Islas, Marga Prohens. ¿Qué hará si llega el 1 de marzo y no ha dimitido? El portavoz gubernamental, Antoni Costa, derivaba la responsabilidad en la toma de decisiones a los grupos parlamentarios, como si el PP no fuera el mayoritario en la Cámara autonómica. Vox ha resultado un socio incómodo para el Govern, pero querer marcar las distancias a sólo seis meses de las próximas elecciones resultará un ejercicio estéril. El daño ya será irreversible.
Esta semana se cumple el plazo para la anunciada aprobación del decreto que debe resolver el problema de la masificación turística, un tema que preocupa a un sector importante de la sociedad. Las medidas que se quieren implantar no gozan de un consenso previo, circunstancia que garantiza que el debate se eternizará a pesar de los ímprobos esfuerzos del profesor Antoni Riera; el encargado de redactar las conclusiones del importante trabajo de campo que se ha realizado en estos últimos meses. Me da que, al final, todo quedará en una mera declaración de intenciones, como la segura reducción en el número de coches de alquiler. Sin poder influir en la demanda (llegada de turistas), el mercado se encargará de atenderla. Por la vía legal o la ilegal.
Hundir un barrio
Los vecinos y comerciantes del palmesano barrio de sa Gerreria denunciaban el pasado martes en las páginas de este diario la progresiva degradación de la plaza Nova Ferreria. Al parecer, la Policía Local –con una plantilla de casi ochocientos agentes– es incapaz de controlar un céntrico enclave en el que proliferan la violencia, el consumo de drogas, la prostitución y el incivismo. Los afectados han iniciado una campaña en change.org para forzar la atención del Ajuntament y exigir soluciones al alcalde, Jaime Martínez. Sa Gerreria es uno de los barrios chic de Palma –reformado en su totalidad a finales de la década de los 90– que corre el peligro de regresar a su pasado más oscuro si no se interviene con urgencia.
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No diguis desbarats, Ventayol. Feis es ridícul i no sé per què. Teniu sa pell molt fina o s'autonomia balear i es seu parlamenteretxo divinizats.