Víctor Malagón
Víctor Malagón

Periodista especializado en tribunales

Pedir perdón a tiempo

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Hay un paralelismo entre el caso de Luis Rubiales y el del presidente del Parlament, Gabriel Le Senne. Son dos señores que hacen algo mal delante de cámaras, pero para los que lo grabado no hace constatar el error. En ambas situaciones, es el empecinamiento en negar la realidad lo que corona el desastre y les despeña en el ridículo. Más allá de consideraciones legales, les hermana ser capaces de salir en pleno chaparrón a la calle en chanclas y pensar que los equivocados son los que llevan paraguas. Las consecuencias del episodio del beso y de la pérdida de papeles en la presidencia de un parlamento con rotura de foto incluida hubieran sido otras si ambos hubieran sido capaces de entender que se equivocaron. Las disculpas de los dos hasta ahora han sido una explicación de los motivos por los que los demás están equivocados. Parece algo más racional el móvil inicial de Rubiales: presidir la Federación de Fútbol parece un chollo claro. En el caso de Le Senne, casi se inclina uno por ver un móvil más ideológico que material. Es lo divertido del personaje. Le puede la solemnidad. La suya, claro. Decía esta semana que no ve motivos para dimitir por el hecho de que se haya abierto juicio oral contra él. No ve un cambio y, en el papel, tampoco es un cambio enorme a espera de recursos. Sin embargo, los motivos sobraban antes. Por más que se empeñe, nunca podrá ejercer ya su cargo de forma óptima: si su función es arbitrar desde lo institucional, eso lo ha perdido. Seguramente, cuando hace años accedió a ese mismo puesto Balti Picornell, Le Senne sería de los espantados. Sin embargo, el primero consiguió ejercer el puesto sin liarla de tal manera y eso lo convierte en mejor presidente del Parlament que Le Senne. Es algo indiscutible que el de Podemos jamás tuvo un lío tal. Debe ser mortificante para Le Senne perder tal comparación.