La puerta sin control

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Llega la temporada alta turística y volverá el consabido rosario de quejas: masificación insufrible, carreteras saturadas, descontrol del alquiler vacacional, precio de las viviendas desbocado. O sea, la estéril pataleta de cada año.

Sin embargo, nadie de la clase política isleña se atreve a abordar el problema fundamental. Sin el control de Son Sant Joan por las instituciones de autogobierno no hay solución. Son Sant Joan es la gran puerta de entrada. Y está controlado por Madrid en una gestión público privada que busca el rédito inmediato. Sólo interesa cubrir y superar los objetivos de cada ejercicio.    No hay hogar en este planeta que pueda subsistir si su puerta esta manejada por otros. Entrarán hasta la cocina sin pedir permiso. Y Mallorca no controla su propia puerta.

Gestionar Son Sant Joan significaría ordenar el flujo de vuelos, articular la temporalidad, establecer topes inteligentes. Supondría respirar para organizar presente y futuro.

Pero no hay manera. Los políticos isleños carecen de arrestos para reclamar su gestión. Intentan aplicar cataplasmas    a la masificación    sin comprender que mientras el aeropuerto sea el Moño de la Bernarda todo es inútil.

Ya han habido dolorosos fracasos fruto de la incompetencia. Hace cerca de diez años el entonces president del Consell, Miquel Ensenyat (Més) intentó una simbólica victoria nominal, simplemente cambiarle el nombre para que pasase a ser el Aeropuerto Internacional Ramon Llull. Era un detalle, un primer y tímido paso. Fue aprobado por el pleno del Consell, incluido el PP. Pero no fue posible. Los celos abortaron el proyecto. Entre otros, incluso la Conselleria de Turisme, también gobernada por Més, no apoyó de forma clara la iniciativa. Ensenyat acabó marginado. Hoy día trabaja para una ONG. Es sólo un ejemplo de la retahíla de incompetencias que hemos vivido. Y mientras, la gran puerta sigue fuera del control isleño.