Lo que dijo el diablo
Aunque conversaba habitualmente con el patriarca Abraham, y al parecer en su juventud hace milenios escribió un libro (la Biblia, palabra de Dios), lo cierto es que salvo las tablas de la ley, que al ser un código legal inventado por Moisés no cuenta, a estas alturas no conocemos textualmente, con rigor filológico, ninguna frase atribuible a Dios. Sin duda, es alguien de pocas palabras, quizá de ninguna, nada comunicativo, famoso más bien por sus silencios. El silencio de Dios, que tanto ha dado que hablar. Del diablo en cambio conocemos dos frases, perfectamente documentadas, lo que si bien tampoco parece gran cosa, es muchísimo a poco que te fijes. Por venir de quien vienen, claro está. Convendría prestarles atención. La primera frase de Lucifer es la celebérrima Non serviam (No serviré), que ya cita el profeta Jeremías y encarna el Rey Mono de la mitología china, y que además de una declaración de principios es toda una ideología (la rebelión), y ha sido repetida en numerosas obras literarias, incluido el Ulises de Joyce. A quién no le gustan, quién no está de acuerdo con estas palabras de diablo. Nos han enseñado muchísimo, son un gran faro para los seres humanos, siempre jodidos en este valle de lágrimas. Quizá no servir sea la tentación del Maligno, pero es la tentación más humana y provechosa. Santas palabras, diría yo. Sobre todo considerando que como ya advirtió Camus, nuestra gran pasión es la servidumbre. La segunda frase conocida del diablo, documentada en los Evangelios, es casi mejor, aunque como cabe esperar de él, de sentido opuesto. «Mi nombre es Legión», aseguró Satanás al ser preguntado por el propio Jesús. Es decir, mi nombre es multitud, muchedumbre. Como internet, efectivamente. No se puede ser más exacto y preciso. Internet, antes de que apareciesen los móviles, las aplicaciones y la IA, ya era Legión. Obra del diablo, entendí yo, y por supuesto tan atractiva y necesaria como todas las suyas. Más de treinta años llevo repitiéndolo, con cara de profeta del Antiguo Testamento, pero nada, ni caso. Ahora ya da igual. Pero ante el largo silencio de Dios (igual no sabe idiomas), quizá deberíamos prestar atención a lo que dijo el diablo.
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