Nunca sobran

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No sé ustedes, pero yo valoro mucho, muchísimo, mi salud. Y sobre todo, mi salud íntima, tanto por mí mismo como por las personas con las que me relaciono. De esa manera, el otro día aprecié más que mucho poder ir de inmediato a que me viese un doctor en mi sistema público de salud, cuando me desperté con una herida que podía ser sospechosa y que finalmente no fue nada, pero que agradecí sobremanera tanto la atención como la rapidez de la misma.

Y mientras estaba en la sala de espera, junto a una caja en la que había preservativos gratuitos a disposición de quienes los necesitasen, entró una pareja joven para hacerse con unos cuantos, y cuando la chica cogió un puñado de ellos, miró a su compañero diciéndole con una sonrisa «creo que me he pasado», a lo cual yo les repliqué a ambos que no, que esas cosas nunca sobran. Y es que no, señoras y señores: esas cosas nunca sobran, y es increíble que en estos tiempos haya que repetirlo tantas veces y bien alto.

Porque nunca sobran lugares a los que uno/a pueda ir tanto a informarse de riesgos y prevenciones, como a obtener de forma gratuita esos métodos de prevención, y por supuesto a que profesionales cualificados te atiendan para tranquilizarte o para evitar males mayores. Nunca, nunca sobran, y nunca sobrarán, para que todas y cada una de las personas puedan usarlos a su conveniencia, por mucho que unos cuantos políticos faltos de escrúpulos y de los valores más básicos opinen lo contrario.