El Goya bicéfalo se repartió entre El 47 y La infiltrada. Contra todo pronóstico, se compartió el premio a la mejor película en una gala que derrochó más sonrisas y lágrimas que en la cinta de Robert Wise. Empataron en almíbar. Qué empacho de te quiero, mami, papi, love forever desde el minuto 0 que subió a por el cabezón el fuera de sí Salva Reina. Se contuvo, dando una lección de actriz Aitana Sánchez-Gijón, pese a no ceder a su declaración de amor al mimado Richard Gere, besuqueado y acariciado hasta el infinito por un público que parecía pagado para la claca.
Este preámbulo viene a cuento al imaginarme a los caravanistas de Palma viendo la gala forever love mientras ellos están en pie de guerra ante la nueva ordenanza cívica que les apea de sus carromatos porque a los del PP y Vox les mosquea ese desorden de vivir en una caravana. ¿Qué les pasaría por la cabeza a estos inquilinos de la injusticia social al ver premiada El 47, que cuenta la epopeya de los emigrantes llegados a Barcelona, que desposeídos por las garras de la Guerra Civil buscaron un nicho de dignidad levantando esos barrios periféricos a los que no llegaba el bus? ¿Se sintieron arropados por esa lucha colectiva que andaluces y extremeños emprendieron en el barrio de Torre Baró, y que lideró Manolo Vital, apoyado por el movimiento obrero, comunista?
Si la historia de ese Fuenteovejuna urbano nos conmueve es porque estamos necesitados de esperanza, de fe en lo colectivo, porque este individualismo siglo XXI nos apea del autobús de la dignidad. Da mucho miedo lo que está sucediendo en el mundo.
¿Cómo es posible que estos políticos que gobiernan la ciudad apoyen multar con más de mil euros a los que no les llega el salario para pagar alquileres de usura, hipotecas sangrantes para amortizar una vivienda que en Mallorca se está convirtiendo en un negocio de especulación pura y dura?
En el escalafón de la miseria también hay grados. Los que viven en caravanas son, entre las víctimas de este seísmo social, afortunados. Hay quien vive donde otros nos convertimos en pasajeros, en turistas. Ahora, las huestes de Cort han decidido ir una por una a investigar este nuevo modelo de vivienda. Van a elaborar un censo para despejar si tras los asentamientos de las caravanas hay o no negocio. Hay quien vive en el carromato por necesidad o quien tiene una finalidad turística. ¿Estarán buscando a La infiltrada? ¿Otro censo más? ¡Ay qué ver cómo les gusta censar a algunos políticos! He perdido la cuenta de las cuentas y de los censos que llevan elaborando sin resultado. Este querer ganar tiempo, este entretenimiento que se montan, me suena a postureo, como ese besuqueo love forever que vimos en la reciente gala de los premios Goya. No sé si estamos para tanta película, sobre todo, que no nos caben alfombras rojas en las caravanas.
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