Amaya Michelena
Amaya Michelena

Jefa de sección (Domingo)

Vieja Europa

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Alguien definió Europa como «un asilo de ancianos», a mí me gusta verla como una vieja dama, aún elegante, todavía bella, pero sin futuro y viviendo de las rentas de un pasado glorioso. En cuanto sales del pequeño continente te sorprende la velocidad a la que crecen otros, la juventud arrasadora que puebla otras tierras, el empuje imparable que les permite el no tener tantísima burocracia, reglamentación, impuestos, políticos y normativas. Ahora, cuando los cerebros estadounidenses y los cerebros chinos se han encontrado en el ring de la inteligencia artificial para dirimir cuál es mejor, la vieja Europa se despierta de su plácida siesta y decide que, quizá, es momento de subirse a ese carro. Me temo que llega tarde, como a casi todo. Qué fácil es desempolvar doscientos mil millones de euros y hacer anuncios a bombo y platillo cuando el tren ya ha pasado. En el ránking de las cien empresas más valiosas del mundo 51 son americanas, 19 chinas. En la Unión Europea tenemos 12, que no está mal, pero ocho son alemanas, tres francesas y una irlandesa. De 27 países, solo tres asoman en esa lista. Si restringimos el ámbito a la tecnología ahí ya nos desangramos. La batalla entre Estados Unidos (seis megaempresas) y China (2), seguidos por la diminuta Taiwán (1) y Corea del Sur (1), queda claro dónde están los polos de poder de la nueva era: América como potencia en declive y Asia como tigre hambriento. En medio, nosotros, preocupadísimos por el calentamiento global, las lenguas regionales, el arte y los museos. Somos el ombligo cultural del planeta, no hay duda. Pero antes que después nuestra sociedad pasará a formar parte de las colecciones de los museos como un olvidado rastro del pasado.