La próxima vez que un amigo o amiga te cuente algo íntimo, que te explique lo que le ha pasado, que te confiese sus miedos, dudas, inseguridades o errores… Calla y escucha. No hagas nada más. Calla y escucha atentamente. Asiente, di que estás ahí para lo que necesite y pregunta cómo le puedes ayudar. ¿Alguien te ha pedido tu opinión? Si es que no, no la des.
A la mínima oportunidad nos sacamos de la chistera el listado de consejos infalibles para resolver los problemas de otro -aunque no somos capaces de solucionar los nuestros propios-. Tenemos el mejor criterio a la hora de vestir y peinar (para los demás), sabemos su peso ideal, qué aficiones debería tener, cómo debería relacionarse con su madre/padre/pareja/hermanos/suegros/hijos/compañeros de trabajo/amigos, y en qué otro trabajo estaría mejor valorado o valorada y ganaría el doble. Qué difícil es morderse la lengua, muchas veces el comentario sale solo, sin pensar, no te das cuenta y ya lo has dicho. Lo acabamos rematando cuando esa persona te explica lo que le pasó al final (obviamente no siguió tu consejo y, evidentemente, le ocurrió lo que habías predecido). Y tú le sueltas: «Ya te lo dije».
Es posible que estés en lo cierto. A veces está muy claro cómo alguien podría arreglar su situación: es obvio que se ahoga en un vaso de agua o que tropieza con la misma piedra por enésima vez… Pero cada persona necesita unos tiempos y un recorrido diferente para llegar a ver lo que para ti estaba tan claro. Otras veces ya sabe que se ha equivocado o es perfectamente consciente de que está hecha un lío y no quiere escuchar tus remedios, solo se quiere desahogar.
Y también es posible que te equivoques, porque cada persona vive su vida a su manera y nos equivocamos cuando valoramos las decisiones de los demás según nuestro punto de vista. Lo que para ti es importante puede que sea totalmente prescindible para otra persona, y al contrario. Lo que para ti es fácil, para otros es una montaña. Lo que para ti es cerca, para otros es la otra punta del mundo. Y lo que tú ves claro, para otros es borroso, ofensivo o directamente mentira.
Sirve de muy poco decir a alguien que no le conviene una pareja, que tiene un trabajo por debajo de su potencial, o que debería adelgazar. Probablemente esa persona ya lo sabe, o todavía no, pero aún no lo tiene suficientemente decidido, o no tiene el dinero, el tiempo o el coraje necesarios para cambiar, y lo hará cuando esté preparada, o no. En la gran mayoría de ocasiones, tu papel es estar ahí sin juzgar. Si quiere tu opinión, te la pedirá.
Y si damos sin querer nuestra opinión no pedida, pues tampoco nos haremos el harakiri. ¿Alguien me había pedido esta opinión? No, pero la incoherencia es la nueva normalidad y nos pasamos la vida diciendo una cosa y haciendo la contraria. Así que no hagáis como yo, dando opiniones no pedidas.
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