Julio Martínez
Julio Martínez

Economista y exregidor de Cort

Un Nomadland a la palmesana

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Siempre me llamó la atención al ver películas americanas que con alta frecuencia los protagonistas tenían como hogar una caravana, mientras en España ese uso diferente al de acampar o viajar no se contemplaba; y a eso, hay que añadir que los vehículos de estos protagonistas podrían ser todoterrenos o motos de alta gama, prevaleciendo su adquisición sobre la vivienda. Otro país, otra cultura. En España la vivienda es la prioridad.

Está a debate la posible prohibición de las caravanas por su destino a hogar en la capital, con reciente contestación de los usuarios en forma de manifestación. Mallorca no ha sido tradicionalmente un destino masificado de autocaravanas, de hecho, existe una falta de infraestructuras para ellas si se compara con otras zonas turísticas.

Su oposición a la nueva regulación se fundamenta en las dificultades de acceso a la vivienda. Por lo tanto, la proliferación en los últimos años de caravanas por ciertas barriadas, no son un problema, sino un síntoma, derivada de la falta de gestión del incremento de la población, generando un desequilibrio entre la oferta y la demanda de inmuebles residenciales.

Centrarse en intentar erradicar ese síntoma en Palma, lo trasladará a otros municipios, pero los inconvenientes de ese uso de vivienda persistirán. La gestión, pues, tiene ámbito supramunicipal, y demanda de dos enfoques. En el corto plazo requiere encontrar una situación transitoria, mediante su ordenación, destinando zonas adaptadas a ello entre otras medidas.

A más largo plazo, supone dar respuesta al reto de equilibrar el mercado inmobiliario, y necesariamente, para estimular la inversión privada, necesita de una política de estado que dé la imprescindible seguridad jurídica, mediante la estabilidad de la norma, al margen de las legislaturas y sus elecciones.

Durante los años del boom inmobiliario la oferta cubría las necesidades de la demanda, hasta que, con la llegada de la crisis, existió un exceso de oferta, que provocó una caída importante de los precios. Desde 2015, con un gobierno que ha podido estar ocho años seguidos, la agenda estuvo marcada por criterios de sostenibilidad medioambiental y social, y la negación a la realidad, que somos muchos y lo vamos a ser más en el futuro, y esta política nos ha llevado a los usos residenciales y no turísticos de las caravanas, al chabolismo y a las masificaciones en pisos, habitaciones y locales en Palma.

Ese análisis debe iniciarse revisando el motivo que el PGOU 98 de Palma, con 1.093,55 hectáreas de suelo urbanizable, no estuviera completamente ejecutado, ahora que se quiere volver al debate del suelo disponible para construir viviendas.

Otro punto es que no se puede concentrar toda la solución en la ciudad de Palma, y esto pasa por la política de movilidad de la isla de Mallorca. Se requiere reforzar el transporte público con soluciones ferroviarias, pero junto a la mejora de las carreteras, como por ejemplo, finalizando el segundo cinturón.

Y se debe reflexionar sobre el crecimiento vertical por su repercusión del coste del solar en cada vivienda. Por cierto, un error estratégico ha sido el gran consumo de territorio con unifamiliares en las zonas limítrofes con Palma, como Marratxí.