Joan Martorell
Joan Martorell

Periodista

El cambio pendiente

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A mi edad tengo que andar con mil ojos porque de repente aparece de la nada uno de esos aparatos llamados patinetes eléctricos y me roza a una velocidad endiablada; con estas palabras una vecina de Palma expresaba su preocupación en la sección Cartas de los lectores (3 de febrero) y se preguntaba si el alcalde, Jaime Martínez, «sabe lo que está pasando en sus calles que son las nuestras». Se respondía con un no. El día después de la publicación de la misiva se conocía el dato de las más de 6.000 infracciones denunciadas por la Policía Local desde el comienzo del actual período municipal por el uso indebido del patinete, aunque sin el detalle de cuántas sanciones han sido pagadas. En esos mismos días, el atropello de un niño de dos años reavivaba la sensación de impunidad con la que se desenvuelven patinetes, bicicletas y los artilugios englobados en la categoría de vehículos de movilidad personal. Es muy probable que la indignación de la firmante de la carta sea ampliamente compartida, sin que los anuncios de mayores restricciones al uso de esos vehículos en la nueva ordenanza cívica en trámite consigan vencer el escepticismo creciente.

La degradación de la seguridad peatonal en distintas zonas de Palma (incuestionable el caso de Blanquerna y su carril en el medio de la calle) es uno de los aspectos que paulatinamente van minando las expectativas suscitadas por el cambio de mayorías municipales y sirve para constatar que durante las campañas electorales los candidatos no parecen ser del todo conscientes de la complejidad de una ciudad como Palma, lo cual les lleva a la asunción de compromisos que, luego, al enfrentarlos con la realidad, resultan si no irrealizables, sí muy difíciles de cumplir. No hay duda de que las campañas puntuales de saneamiento en los barrios dan resultados momentáneos, pero persiste una cierta sensación de dejadez, en algunos lugares quizá a causa de los grafiteros que van mucho más rápidos que las brigadas de limpieza; pero al menos se pueden destacar las acciones de contención emprendidas desde el Ayuntamiento.

Camino del ecuador del actual mandato, también los grandes proyectos parecen enredados en ignotas marañas burocráticas. Para el edificio de Gesa, en la fachada marítima palmesana, se anuncia ahora un concurso de ideas para decidir su destino. Cuando menos es sorprendente que después de tanto tiempo y de las diferentes opciones barajadas por el gobierno municipal todavía no se sepa qué hacer con el edificio, cuya rehabilitación por cierto costará un buen puñado de millones de euros. Tampoco se perciben avances para desatascar las galerías de la plaza Mayor, un monumento a la ineptitud en el mismo centro de Palma, asimismo a la espera de ideas. Mucho peor es la proliferación de caravanas utilizadas como casa con ruedas, en la medida en que evidencia la dimensión del arduo problema que supone la falta de vivienda a precios razonables, especialmente para los jóvenes: la encuesta del Govern sobre Juventud constata que un elevado tanto por ciento de jóvenes presienten un panorama malo o muy malo. El hartazgo ciudadano por la incompetencia de la izquierda, con el sanchista José Hila al frente, ahora encantado de la vida en el Senado, provocó su sustitución. Se voto cambio. Sigue pendiente.