El cambio pendiente
A mi edad tengo que andar con mil ojos porque de repente aparece de la nada uno de esos aparatos llamados patinetes eléctricos y me roza a una velocidad endiablada; con estas palabras una vecina de Palma expresaba su preocupación en la sección Cartas de los lectores (3 de febrero) y se preguntaba si el alcalde, Jaime Martínez, «sabe lo que está pasando en sus calles que son las nuestras». Se respondía con un no. El día después de la publicación de la misiva se conocía el dato de las más de 6.000 infracciones denunciadas por la Policía Local desde el comienzo del actual período municipal por el uso indebido del patinete, aunque sin el detalle de cuántas sanciones han sido pagadas. En esos mismos días, el atropello de un niño de dos años reavivaba la sensación de impunidad con la que se desenvuelven patinetes, bicicletas y los artilugios englobados en la categoría de vehículos de movilidad personal. Es muy probable que la indignación de la firmante de la carta sea ampliamente compartida, sin que los anuncios de mayores restricciones al uso de esos vehículos en la nueva ordenanza cívica en trámite consigan vencer el escepticismo creciente.
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