Víctor Malagón
Víctor Malagón

Periodista especializado en tribunales

Montoya, por favor

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Será de las cosas más tontas jamás ocurridas, pero es posible que un momento de la versión española de La isla de las tentanciones se haya convertido en el mayor fenómeno de cultura pop parido en este país desde La Macarena. No es una exageración. Está por doquier y corre por internet como pocos memes lo han hecho. Un concursante llamado Montoya corre como loco por la playa porque acaba de ver a su novia montándoselo con otro en una pantalla. La presentadora grita impostada: «Pelayo, por favor». Y eso ha corrido como la pólvora por las redes de todo el mundo.

Artículos en medios sesudos anglosajones lo analizan y anima escenas deportivas de torneos diversos. Está en todos lados, basta mirar en Google. La versión extendida es un vídeo de dos minutos cargado de drama. Montoya mira, exclama, llora y corre al final al encuentro de la traición. Es impostado, exagerado y cómico y por eso funciona. Es evidente que se trata de una situación fabricada: el programa funciona desde hace tres décadas en distintos países. Se sabe de qué va, mezclar un panda lobotomizada e hiperhormonada a ver qué ocurre. Ninguno de los concursantes ignora la mecánica, lo que se pretende de ellos y las consecuencias.

Hace tres décadas, la telerrealidad aún podía colar. Hasta ahí el público global está aburrido de ver lo mismo, de ahí cierto desgaste del formato. Hay que desbordar mucho los límites para llamar la atención y ahí es donde se obra la magia. El momento globalizado lo excede todo y así ha conseguido llamar la atención. Solo algo que fuerce tanto lo esperado puede provocar tal impacto. Da igual que sea auténtico o no, lo importante es abrasar lo convencional. Y así ocurre con más cosas en el año 2025. Dirán, esa es la base de cualquier comedia clásica: el camarote de los Marx. Cierto, pero esos sí que pretendían hacer reir.