Transfobia de Oscar

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La historia de la actriz Karla Sofía Gascón, sobre quien se cierne una virulenta cacería pocas veces vista antes, nos ofrece una lección de la que todos deberíamos aprender. A menudo usamos las redes sociales a la ligera, sin pensar mucho en aquello que escribimos, por lo que es posible que algún día, transcurrido el tiempo, lo que tuiteamos acelerada y casi inconscientemente, se vuelva en nuestra contra. Pocos resistirían el escrutinio de la hemeroteca y aún menos de las despiadadas redes sociales, sobre todo la ciénaga pestilente propiedad de Elon Musk. La actriz nominada a los Oscar por su interpretación en la película Emilia Pérez, está siendo triturada por ciertos comentarios lamentables vertidos hace tiempo en Twitter. Leerlos produce tristeza e indignación, porque destilan racismo e islamofobia. Teniendo en cuenta que Karla es una mujer transexual, es difícil de entender. Pero ha llovido desde que lo escribió y es obvio que ella es otra persona. Sin embargo, en este país tan tolerante y respetuoso, no hay piedad con una mujer trans que, antes de serlo, se manifestaba como un facha más de los que atestan el estercolero de X.

Algunos han descubierto que hay trans racistas. Bienvenidos al mundo real. También quienes sufren discriminación pueden ser capaces de discriminar a otros a quienes consideran con menos derechos. Hay trans de derechas, de izquierdas y apolíticos, que nadie es perfecto. Pero aquellos comentarios que son auténticas burradas sobre el islam, los moros, George Floyd, etc, le han valido el desprecio general, el escarnio colectivo, la censura de por vida. Apartada y apestada, como una leprosa 2.0, Karla Sofía Gascón es vituperada de forma inmisericorde. De nada vale su talento interpretativo, por lo que fue nominada. ¿No era eso lo que valoraban los premios Oscar?

Lo peor de todo es la saña brutal con que se han encarnizado con la Karla, más por ser mujer trans que por sus lamentables tuits de hace un lustro. La transfobia corre a raudales. Una legión de odiadores se lanzan a vituperar a todas las personas trans. Más discriminación, más dolor, más incomprensión y más crueldad, en definitiva. Claro que hay trans fachas; y trans que no son trans, aunque se hayan cambiado de género fraudulentamente para sacar algún provecho. Pero no generalicemos, porque es injusto. La vida de las personas trans ya es bastante dura como para hacerlas sufrir más.