Somos la historia que nosotros mismos nos explicamos

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Alguien me mandó una invitación para asistir a una especie de congreso político que se celebra hoy en Costitx. El título del evento me sorprendió: «Som mallorquins». ¿Qué quería decir realmente el autor de tan original eslogan? ¿Estaba hablando de identidad o las dos palabras anunciaban un súbito descubrimiento?

La identidad es uno de los pilares sobre los que se fundamenta la existencia del Pueblo Judío. Los Benei Israel tenemos a bien ser aquella historia que nosotros mismos nos explicamos. Un periodista gentil, el inglés Andreew Marr, escribió una frase que, por obvia, hizo fortuna: «Los judíos siempre han tenido historias para todos nosotros». No es fácil escribir una historia que, por sí sola, construya una identidad. Vuelvo a Costitx y pienso que los mallorquines no hemos sabido construir nuestra identidad porque, entre unos y otros, nos han robado nuestra historia. Cada uno la cuenta a su modo –supongo que hoy, en el pueblo de la Munar, se contará alguna de las versiones al uso–, pero es que así no hay manera. Los judíos no permitimos que nadie toque una tilde de la narrativa que nos construimos hace más de tres mil años. Supongo que por eso somos el único Pueblo que ha sobrevivido como tal desde la antigüedad más remota. Cómo seremos, que Moisés enseñó a los israelitas a explicar su propia historia antes de salir de Egipto. Sabemos que existe un vínculo intrínseco entre la narración y la identidad; por eso si la primera es confusa, la segunda no se consolida. Lo escribió Alasdair Maclntyre: «El hombre en sus acciones y prácticas, es un animal que explica historias». Solo podemos saber quienes somos cuando somos conscientes de la historia de la que formamos parte. Ya en 1772 Rousseau escribió sobre Moisés que «supo dar cuerpo y forma a una empresa sorprendente, la conformación de un sentido nacional a un enjambre de fugitivos desgraciados, sin oficio ni beneficio, sin armas, sin talento, que al estar desposeídos de un solo palmo de tierra no eran sino una multitud de vagabundos». Cualquier judío, religioso o no, ya viva en Israel o en la Diáspora, sabe que mientras no perdamos la historia no perderemos nuestra identidad.

No valen las proclamas entusiastas ni las ideas simples. Sin una historia poderosa y unos sujetos de la misma que sepan contarla no puede construirse la identidad de un pueblo.