Analizando la cosa política, uno acaba acostumbrándose a casi todo. Lo que hasta hace unos pocos años hubiéramos juzgado inverosímil, hoy es uso común. La capacidad digestiva de los ciudadanos parece haber superado ampliamente las clásicas ruedas de molino, evolucionando a velocidad meteórica hacia el tragaldabadismo de Pantagruel.
En este contexto de tolerancia con las majaderías emanadas del poder y su oposición, aparece el terraplanismo político, cuya formulación responde al principio de que es completamente irrelevante lo que los mortales podamos percibir con nuestros sentidos, pues si se niega con suficiente vehemencia, puede que acabemos dudando de nuestra propia sombra.
Palma padece un gravísimo problema habitacional, causado por la indolencia e incompetencia supina de sus anteriores equipos de gobierno, especialmente acentuado en las dos pasadas legislaturas de completa parálisis de gestión en Cort, en el Consell y en el Govern.
Y, consecuencia de esta carencia crónica de vivienda a precios razonables, surgió el fenómeno de las caravanas y autocaravanas asentadas en calles de nuestra periferia.
Dice el alcalde Jaime Martínez que la cifra total de viviendas rodantes en nuestras calles ronda las cinco mil, y que eso justifica plenamente la adopción de medidas para combatir ese uso ilegal y gratuito del suelo público. Y esa es obviamente la clave: Sea cual sea la causa, estamos ante una ilegalidad flagrante, por más que la izquierda quiera lavar su conciencia por no haber hecho absolutamente nada en ocho años poniéndose del lado de los infractores, algo que acostumbran a hacer también con los okupas, con los delincuentes argelinos y con otros colectivos de amigos de la transgresión legal.
A los líderes de PSIB y Més el urbanismo a la carta les parece una intolerable infracción o algo perfectamente disculpable en función de quién sea su autor.
Para acabar de arreglar la situación, ha aparecido un supuesto ‘informe’ de la UIB en el que, por lo visto, se señala que en las calles de Palma no hay más que 150 caravanas y no 5.000, es decir, 33 veces menos de lo afirmado por el Batle. Vamos a ver, que esto no es una manifestación del PP en la Plaza de Colón de Madrid. La disparatada discordancia de cifras evidencia la intencionalidad política de minimizar el fenómeno, como ocurre cuando desde la izquierda se pretende que consideremos las okupaciones como algo extraordinario y anecdótico.
Por supuesto, ignoro si el total de caravanas es de 5.000, de 4.500 o de 2.327. De lo que estoy bien seguro es de que no son ni 150, ni siquiera el doble de esta cifra, porque tengo unos sensores fenomenales, denominados ojos, que desmienten cada día la versión buenista-progre de este asunto.
Calles enteras de barrios periféricos o residenciales, como el entorno de Son Güells y el Estadio Balear, la Ciudad Jardín, los alrededores del Estadio de Son Moix y muchas otras zonas, están literalmente plagadas de caravanas, al punto que no hay manera de encontrar aparcamiento y el conflicto con el vecindario ‘legal’ -el que paga impuestos municipales- es un hecho.
Por supuesto, hay que buscar una solución -un espacio adecuado- para todas estas personas residentes en estas infraviviendas; pero haciendo cumplir la ley, no obviándola.
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