Amaya Michelena
Amaya Michelena

Jefa de sección (Domingo)

Precarios

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En diciembre pasado cumplí treinta y cuatro años de contrato laboral en la misma empresa, ejerciendo un trabajo para el que estudié y ha conformado mi carrera profesional, y sé que soy una rareza, prueba viviente de un modelo económico que prácticamente ya no existe. Una vez que nos jubilemos, antes de que pase una década, los trabajadores de mi generación, el mundo será otro. Uno mucho menos estable y con pocas certezas a las que agarrarse cuando pintan bastos. Acabo de leer que en España se destruyó un cuarto de millón de empleos al finalizar la campaña navideña. Imagino que idéntico número de «empleos» se materializó al comenzarla. Desde el Gobierno no hacen más que alardear del «cohete» económico en el que se ha convertido este país gracias a sus políticas, pero yo me pregunto si alguien normal y corriente puede subsistir sin enloquecer a base de encadenar contratitos de mierda en trabajitos de mierda, precarios, temporales y mal pagados, durante toda su vida. Porque ese tipo de apaños están muy bien para los estudiantes que quieren sacarse unas pelas mientras tienen vacaciones, pero nada más. ¿Quién va a firmarte un contrato de arrendamiento de vivienda con ese bagaje laboral? ¿Vas a formar una familia entrando y saliendo del paro cada cinco minutos? Ya no hablemos de obtener un préstamo, en el banco te miran con lástima. Mientras sus señorías que tanto presumen de gestión se llenan los bolsillos cada mes con miles y miles de euros, los de abajo rastrean las ofertas de empleo de las ETT a la búsqueda del próximo salvavidas que impedirá que se ahoguen del todo. Porque no han sido dos o tres, o mil, han sido más de doscientos cuarenta mil. Y esa es mucha gente en el filo de la navaja.