Germà Ventayol
Germà Ventayol

Consejero editorial

La realidad inventada

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El delirio socialista ya no parece tener fin, el afán por generar una realidad paralela se impone para suplantar unos hechos incontestables. Sin embargo, y duele reconocerlo, la estrategia funciona. Los cambios en el decreto ómnibus del Gobierno tras la negociación con Junts es el ejemplo más reciente, cuando Pedro Sánchez ha aceptado todas y cada una de las exigencias de Carles Puigdemont. En apenas 48 horas se troceó la norma para garantizar la subida de las pensiones, la continuidad de la gratuidad del transporte público y las ayudas por la dana y el volcán de La Palma y, de paso, se aceptó el debate de una exigencia inconstitucional, como es el de forzar (si quiere) una cuestión de confianza al presidente del Gobierno. Ahora resulta que la responsabilidad de lo ocurrido es del Partido Popular, que apoyará los cambios en consonancia con lo anunciado antes. Delirante. Ahora resulta que cuando la oposición logra que el Gobierno se pliegue a sus condiciones la victoria sigue siendo de Pedro Sánchez. Fantástico.

En una situación normal sería lógico esperar que el Gobierno tratase de pasar cuanto antes el trágala de Puchi con discreción, pero Sánchez hace lo contrario. Ordena a su ejército de ministros que denuncie la postura del PP, que ahora osa aceptar el fileteo de decretos tal y como pidió desde el primer momento. Lo tremendo, y aquí radica el problema, es que la respuesta por parte de los dirigentes conservadores para explicar el nuevo escenario es confusa, profusa y difusa. El mensaje de Alberto Núñez Feijóo es pastoso, falto de contundencia; incapaz de evidenciar la enorme debilidad parlamentaria y política de Pedro Sánchez. El discurso se pierde en innecesarias justificaciones, y lo que debería ser un obús en la línea de flotación gubernamental se ha convertido en un enorme ejercicio de cohetería.

La insatisfacción entre el electorado del PP es manifiesta, hay una clara sensación de que no se le ha tomado la medida a un sátrapa como Sánchez. Los conservadores no logran desmontar la realidad virtual del país que se pergeña a diario desde el Palacio de la Moncloa, circunstancia que acaba beneficiando a una ultraderecha que crece en base a la inacción -véase el caso de Valencia con la dana- y la claridad de sus intenciones políticas. El think tank de la calle Génova se tiene que poner ya las pilas o el partido se encamina al desastre.

Caravanismo urbano

Dice el alcalde de Palma, Jaime Martínez, que el parque de caravanas (¿una moda?) estacionadas en las calles de la ciudad es ya de 5.000 vehículos, una situación que genera -desde hace años- constantes problemas vecinales. La solución se apunta por medio de un cambio de normativa municipal al respecto, como si una norma en este país fuese garantía de algo. Se alzó la voz cuando se propuso habilitar viviendas en contenedores marítimos y ahora se quiere normalizar una ‘solución habitacional’ aparcada en la calle. Un auténtico despropósito. El que quiera o tenga una caravana que la aparque en su casa y en su defecto la estacione en un espacio habilitado para ello, como ocurre con miles de camiones y autocares. En Cort ya pueden ir pensando dónde. De momento se puede ir multando a los aprovechados.