Todo muy vintage

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Se viene escribiendo tanto sobre Donald Trump, su investidura y su muy teatral arrancada de caballo, que insistir en ello sería redundante. Lo que vemos, en estos sus primeros días como presidente, es el aplauso mundial de las derechas, con manos y orejas, y la epidemia de catatonía que cunde en las izquierdas. Vuelven los lobos con la fauces abiertas y los colmillo sedientos de sangre y si hay que aprender algo del siglo XX, es que no se les puede parar sólo desde las instituciones. El ascenso de la ultraderecha sólo es explicable desde el fracaso de las democracias occidentales surgidas de la II Guerra Mundial, que han acabado convirtiendo la democracia en la emisión de un voto inútil cada cuatro años, dado cómo los partidos se pasan por el forro sus propios programas y, más que nada, los intereses y necesidades de la ciudadanía.

Un ejemplo claro lo hemos tenido esta semana en casa: la caída del decreto ómnibus esta semana a mayor gloria de los intereses partidistas de PP, Vox y Junts en detrimento de las condiciones de vida de incluso quienes les votan (que no se enteran de nada). Un rechazo que ha supuesto la suspensión de las subidas de las pensiones contributivas, no contributivas y mínimas, de las ayudas al transporte público, la prórroga de la prohibición de los desahucios, el apoyo a los municipios afectados por la dana, la ayudas para reducir el coste del consumo eléctrico y los impuestos a las grandes compañías energéticas, en este caso con los votos de PNV y UPN.