Palestina, ni tregua ni paz

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Veremos cuánto dura el acuerdo entre Israel y Hamás. El alto de fuego de noviembre solo duró una semana, y el actual es probable que no dure mucho más allá de la toma de posesión de Trump/Musk. La inminencia de la firma no ha impedido a Netanyahu, acusado de crímenes de guerra por la Corte Penal Internacional, hacer su habitual medio centenar de muertos diarios, más otros tantos heridos y mutilados, la mayoría mujeres y niños, hasta sumar, probablemente, unos 70.000 asesinados. A ello se añaden el bloqueo del territorio e infinidad de abusos, asentamientos, robos, secuestros y violaciones, hasta convertir en lugar común la doble o triple vara de medir invasiones respecto a Ucrania (o Groenlandia, o Canadá).

No es una paz, es una tregua. Puede que dure quince días o quince meses, pero todos sabemos que la masacre a largo plazo continuará más pronto que tarde, que se seguirán sumando capítulos de horror a un genocidio que ya dura setenta años, si acaso con pequeñas pausas, según los gobiernos, como la que intentaron Yasser Arafat e Isaac Rabin. El Likud, partido de Netanyahu, ya se apresuró a aclarar –para calmar a sus socios de gobierno de (más) extrema derecha– que el acuerdo permitirá a Israel la vuelta a los combates con el apoyo activo de EEUU (y se entiende que de Alemania, Francia y Argentina, junto con el silencio cómplice de muchos otros gobiernos occidentales y árabes).
Repugna la hipocresía y cinismo con la situación de Gaza por parte de políticos y analistas. Las posibilidades de que los palestinos recuperen sus tierras son entre remotas y nulas. A nadie se le oculta que el objetivo evidente del gobierno israelí es la anexión de toda Palestina y de paso del mayor trozo posible de sus vecinos, y lo único que está en juego son los tiempos, es decir, el nivel de disimulo que por consideraciones políticas, tácticas y propagandísticas se imprima al proceso. Hablemos claro. Israel busca la destrucción no sólo política y cultural de Palestina, sino ya abiertamente física, de cuerpos y edificios. Se habla de guerra y paz, obviando la absoluta desigualdad entre los bandos, pero de lo que hay que hablar es de ocupación, apartheid y exterminio, y todos lo sabemos.