Con todos mis respetos a los defensores de las fiestas de Sant Sebastià, Palma necesita unas fiestas con buen tiempo. No me parece lógico que una ciudad que disfruta de una media de 300 días de sol tenga que destinar una parte importante de su presupuesto de fiestas a eventos que se realizan a mediados del mes de enero. Cada año se repite la misma historia: incertidumbre y temor por que la lluvia dé al traste con la ‘revetla’ y los ‘foguerons’. Todos a ‘pasar pena’.
Insisto, sin ánimo de ofender a los que viven con pasión las fiestas del patrón de Palma, una de las conversaciones más repetidas en el mes de enero es que la capital balear debería cambiar la fecha de sus festejos más importantes. Las ideas son diversas, pero una de las propuestas más habituales es hacerlos en primavera. En verano hace demasiado calor y hay demasiados turistas.
Además del frío y la lluvia, muy probables en el mes de enero, otro de los factores que juegan en contra de Sant Sebastià es que acabamos de terminar la Navidad y aún nos dura el empacho de comidas. Por no hablar del exceso de gastos a los que hemos tenido que hacer frente.
Los defensores de Sant Sebastià argumentarán que por esa regla de tres no se tendría que celebrar Sant Antoni. Sin embargo, creo que no se puede comparar, ya que Sant Antoni sí tiene mucho arraigo en numerosos municipios de la Part Forana. Una prueba de ello, es que no se plantean un cambio de fecha. Además, estas localidades no dedican tanto presupuesto como el Ajuntament de Palma; al tiempo que también tienen sus fiestas en primavera o en verano, cuando el riesgo de tener meteorología adversa es mucho menor. Es una lástima que el debate de cambiar las fiestas de Ciutat sólo dure los días previos o posteriores a la ‘Revetla’; se olvida demasiado rápido y no se aborda en profundidad.
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