El artillero famoso

Cuando en 1939 se estrenó Lo que el viento se llevó, Clark Gable ya era un actor consagrado. El rey de Hollywood. En ese mismo año a Hitler le dio por empezar a engullir países vecinos y el galán, junto a su esposa Carole Lombard, siguió con gran preocupación el estallido de la Segunda Guerra Mundial. En 1942, todo cambió para el apuesto intérprete: su mujer murió en un accidente de aviación, cuando recaudaba bonos de guerra para ayudar a su país, y Clark, deprimido y alcoholizado, decidió enrolarse en la Fuerza Aérea norteamericana y luchar en Europa para redimirse. Pero tenía 41 años, que hace un siglo equivalía a ser casi un anciano, así que tuvo que recurrir al presidente Roosevelt para que le aceptaran en el Ejército. Ya en Europa, con enchufe, empezó a luchar contra los nazis como artillero de un bombardero B-17, jugándose la vida en cada misión. Lo que no sabía Clark es que el Führer lo consideraba su actor favorito y al saber que sobrevolaba los cielos alemanes había ofrecido una suculenta recompensa por su captura. Con una única condición: que lo apresaran con vida. Algo un poco difícil teniendo en cuenta que el artillero de Hollywood volaba a 10.000 metros, con lo que una caída desde esa altura tenía mala pinta. Sea como fuere, el dictador alemán se quedó con la ganas de reunirse a solas con el protagonista de Mogambo y rodar Lo que el Führer se llevó. Quizás le ahorró una decepción, porque la actriz Vivien Leigh siempre decía que besar a Clark había sido una experiencia traumática: su mal aliento era más mortal que la ametralladora de su avión.