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La jefa superior de la policía de Berlín recomienda a homosexuales y judíos que anden con cuidado si tienen que atravesar los barrios de la ciudad donde viven mayoritariamente musulmanes. La noticia es tan aberrante que parece un mal sueño. Hablamos de Berlín, la capital de Alemania, el país europeo por antonomasia. Sin llegar a los extremos de algunos barrios en Bélgica, también allí se han formado guetos donde, de pronto, todos los valores, leyes y seguridades que tenemos en Europa se resquebrajan para dar paso a los códigos de conducta de países tercermundistas, machistas, dominados por religiones medievales y donde la vida tiene valor en función de parámetros que nosotros superamos en la Revolución Francesa. Esa ha sido, precisamente, la grandeza de Europa, que derramó mucha sangre a lo largo de la historia para alcanzar unos estándares de calidad de vida minoritarios en un mundo de mierda donde domina la miseria, la desigualdad y la injusticia. Pues se ve que la política aperturista de Angela Merkel, deseosa de tener más obreros baratos para sus fábricas, ha provocado que en pleno corazón del viejo continente tengamos que movernos como si anduviéramos por las calles de algún pueblajo del Yemen. No quiero ni pensar si eres una chica judía y lesbiana, por ejemplo, ¿despertará tu sola existencia la ira de los musulmanes berlineses? ¿Se sentirán validados por sus autoridades religiosas para lapidarte, insultarte, qué más? Lo increíble de esta situación es que sea la propia policía la que alerte del peligro que pulula en sus calles, en vez de tomarlas por asalto y reprimir a lo bestia cualquier amago de represalia contra otros ciudadanos por razones religiosas o sexuales, o cualquiera otra.