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El desastre de Valencia, incluido en el cambio climático mediterráneo, pone en alerta a los palmesanos. Sa Riera tiene un punto débil que, en caso de producirse una descomunal, improbable, pero no imposible gota fría entre las pendientes de Puigpunyent, podría producir un desbordamiento del torrente hacia el interior del centro antiguo, que es por donde transcurría su cauce natural hasta que fue desviado como consecuencia del desastre del siglo XV.

Este punto débil se halla en la curva situada junto al nuevo parque del canódromo. Allí, el torrente marcha hacia el Passeig de Mallorca y desemboca debajo del Passeig Marítim, lugar deshabitado. ¿Pero qué ocurriría si una riada devastadora superase la canalización en su punto débil? El agua desatada recuperaría su antiguo cauce y entraría en la ciudad por la plaza del Tubo, La Rambla y giraría hacia la plaza del Mercat y, desde el Born, buscaría el mar en una zona tan poblada como emblemática.

Para prever el futuro hay una solución: construir grandes colectores subterráneos (túneles) capaces de absorber el agua que no pudiese canalizar sa Riera en su punto débil. El problema es que, hace un par de décadas, Cort, en tiempos de optimismo y cuando se creían controlables las fuerzas de la naturaleza, dio permiso para construir dos grandes aparcamientos subterráneos en La Rambla y en la avenida Antoni Maura. Ello hace imposible levantar un gran colector preventivo por el antiguo cauce natural. Visto el desastre valenciano, es necesario que los técnicos se rasquen el coco buscando soluciones previsoras alternativas. Por ejemplo, abrir los túneles colectores por otras calles del casco antiguo y conducirlos hacia el mar.

Palma no debe de estar pendiente de si el punto débil en sa Riera (o el de otros torrentes) nos causa un disgusto irreparable. En nombre de la seguridad, hay que empezar a trabajar ya.