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Hay pocas palabras que hayan sufrido una mutación tan importante y trascendente. Recuerden que en el siglo pasado se utilizaba este término como diagnóstico de una discapacidad intelectual. Para todos los que padecemos alguna minusvalía, es una satisfacción que aquello tan humillante ya sea sólo historia. Aunque la RAE dice que es alguien falto de inteligencia, también le otorga la posibilidad de que sea un insulto. Parece que el primero que utilizó un término similar al titular fue el físico Frisch para referirse a un colega. Esto demuestra que alguien dotado de una gran inteligencia puede ser un imbécil, pero no utilizado como insulto sino como metáfora de un superlativo de vanidoso, narcisista o que ha perdido sustancia moral. Aaron James escribió el libro Trump, ensayo sobre la imbecilidad y rozaba el concepto del título de mi reflexión. La escritora Rosa Montero habló de la peligrosa estupidez.

En un alarde de inteligencia emocional, decía que le preocupaba que empezaba a percibirse cada vez más como una víctima del imbecilismo. Debía referirse que el dinero en abundancia, el poder o la fama hacen proclive el tránsito. Uno puede creer que los mediocres estamos fuera de peligro. No obstante, vemos a menudo personas sin ningún privilegio que lo son. Entiendo al imbécil esférico como alguien que lo es absolutamente. Si fuera poliédrico, quizás alguna de sus caras se proyectaría con menos evidencia. Sin embargo, lo esférico hace que lo mires desde cualquier ángulo y ves al imbécil con claridad. El drama humano es que estamos rodeados de ellos. Pero lo trascendente es que nos dirigen una representación en la que la mayoría responden a este concepto. Ha habido momentos en la historia que existía un contrapeso con intelectuales, líderes espirituales u otros. En el momento actual estamos huérfanos de ellos, lo que conlleva una decrepitud de la política, el poder económico, etc. No hay relación entre la inteligencia y el imbecilismo esférico. Cuando uno pierde los valores, está próximo al inicio del peregrinaje hacia lo imbécil. Pronto será uno de ellos. La neurociencia explica que los que ostentan el poder y caen en las redes de la adulación, empiezan a auto percibirse de otra manera. Lo que conlleva una distorsión de la autoimagen. Al igual que una persona enferma de anorexia se percibe como gorda cuando en realidad es una caquéctica. Los personajes dejan de ser personas al perder los atributos de la autocrítica. Son engullidos por su auto complacencia. Hay que activar el sistema de autodefensa para no caer en este error, pero también de protegerse de su toxicidad. Prefiero las personas bondadosas, autocríticas, generosas, llanas, humildes… Me ayudan a disfrutar mi idea de que la vida es bella.