Guillem vivía en mi misma calle. Éramos vecinos en Llubí. Recuerdo su compromiso con la Iglesia y con Mallorca. Era un hombre convencido de la necesidad de preservar nuestra identidad. Hablaba claro. Nunca fue persona de medias tintas. Su honestidad me gustaba; también su esfuerzo por construir una sociedad mejor. No se ahorró críticas cuando algo le pareció injusto. Quizás eso le granjeó amigos incondicionales y enemigos hirientes.
Mis recuerdos de Guillem son bonitos. Aquel chico mayor con quien compartíamos calle y pueblo. El sacerdote innovador, rebelde, que buscaba nuevos caminos para hacer llegar el mensaje de Cristo. En una ocasión me invitó a hacer un sermón en la iglesia. Había tenido la iniciativa de invitar de vez en cuando a un seglar para que hablase a la gente de un tema espiritual. Quería acercar diferentes voces y mensajes a los creyentes.
Guillem y yo compartimos una bella anécdota. Hijo único, vivió con sus padres en una casa de la calle Son Bordoi, en Llubí. Esa casa había sido originariamente de mi bisabuelo. Guillem me la vendió a mí porque no quería que llegase a ser de ningún extranjero. Lo hizo con la ilusión de que la casa que amaba volviese a sus orígenes. Jamás dejaré de agradecérselo.
Ese hombre sensible, inteligente, comprometido y lleno de valor decidió morir. La Iglesia le apartó de repente de sus responsabilidades: se le prohibió dar misa y se le apartó de las parroquias que regentaba. ¿El motivo? Denuncias por presuntos abusos sexuales. Se le culpabilizó sin dejarle hablar, sin darle ocasión de defenderse. Guillem no pudo resistir la exclusión, la vergüenza, el dolor. Me gustó mucho el texto que Jaume Santandreu le ha dedicado, explicando su última conversación. Fue una charla telefónica que debió de ser intensa, desgarradora, durísima. Guillem, que ofició tantos funerales en su vida, hizo una petición expresa de que no le hiciesen ningún funeral. Se marchó de este mundo, que juzga antes de escuchar, que es rígido e inflexible. Perdimos a un buen hombre, a un buen sacerdote. No le olvido.
2 comentarios
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... es triste comprobar que la sociedad se dedicó a mirar para otro lado, cuando salieron a la luz el escándalo de los abusos sexuales a menores por parte del clero católico, empeorado sobremanera por la falta flagrante de colaboración de la empresa confesional, que hizo todo lo posible para poner trabas y tapar lo sucedido... la iglesia ahí sigue, los culpables, casi ninguno entró en presión, porque apenas si fueron molestados, los poderes públicos NO actuaron de oficio, la judicatura se tiraba la patata caliente de un tejado a otro, los periodistas lo trataron como si fuera una serpiente de verano... y los intelectuales, escritores, artistas, no dijeron esta boca es mía... es triste comprobar una vez más que cuando los que deberían ser los adalides del progreso de la sociedad, los defensores de los valores de la Humanidad, la conciencia crítica de la gente, se quedaron callados, como si no fuera con ellos... y de vez en cuando lees artículos que sí, tristemente, te recuerdan que ellos también son humanos, y cojean del mismo pie que todos..
A veces los que parecen las mejores personas del mundo son los peores demonios.