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Inicia el nuevo curso político y los señores diputados, como buenos escolares, regresan a sus deberes cargados de abundante munición para sus tirachinas y bolígrafos cerbatanas. ¡Lo que nos espera con lo del pacto fiscal con Cataluña, el modelo de financiación autonómica y la inmigración! Sin olvidarnos de la ley de Amnistía, para la que el PP ha presentado ya un recurso en el Constitucional. Menos mal que en el último momento hubo fumata blanca y tenemos nuevo presidente en el Consejo General y el Supremo, la jueza Perelló. Con un PP tan escorado a la extrema derecha llueve ácido sulfhídrico en el Congreso, y la que va a caer cuando se trate de subir el coste de los despidos, reducir la jornada laboral o incrementar el salario mínimo.

Decía Cánovas que la política consiste en hacer efectiva aquella parte del ideal que las circunstancias permiten, una frase brillante que habitualmente se resume en otra más sencilla, que la política es el arte de lo posible. Lo que lleva a toda una disquisición sobre lo que es posible y, como aledaño, lo que es necesario, oculto, muy a menudo, entre el follaje espeso de los intereses partidistas, los egos personales, la mediocridad parlamentaria y la falta de valentía. La cesta de la compra ha subido un 40%, el acceso a una vivienda es imposible para las rentas bajas, los crímenes por violencia de género no paran de subir, un millón de niños en situación de pobreza no tendrán becas de comedor. Nuevo curso, asignaturas viejas.