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Veinte años después, Illanvers, el festival lúdico de poesía de Menorca, ha regresado este agosto a Fornells.

Aquella primera edición se celebró en la torre que vigila, desde principios de siglo XIX, la bocana de la bahía del norte. El foso del castillo de Sant Antoni ha acogido este año la cita más literaria e inspirada del verano menorquín, que coordinan con tanto esmero como ilusión el escritor Pere Gomila, responsable de la sección de Lengua y Literatura del Institut Menorquí d'Estudis (IME) y la poetisa y narradora Llucia Palliser.

Los versos de los menorquines Carme Cloquells y Damià Rotger, la alicantina Noèlia Díaz Vicedo, los mallorquines Miquel Àngel Adrover y Josep Lluís Aguiló, y la catalana Marta Pérez i Sierra susurraron y musitaron en unos casos o exclamaron con energía y provocaron en otras, historias, vivencias, emociones y sentimientos.

Cada uno de ellos, con su propio estilo y según su manera de ser, transformando en expresión oral cada verso concebido, escrito primero para ser leído y declamado después. La tramontana que se abate sobre Menorca desde el Golfo de León se había metamorfoseado en un céfiro apacible, pero perceptible, que aliviaba la canícula agosteña.

Todos sorprendieron. Pero puestos a elegir, dirigimos nuestra mirada al poeta de la tierra donde nació mossèn Antoni Maria Alcover.

Josep Lluís Aguiló, con una trayectoria jalonada con los premios Ciutat de Palma, Nacional de la Crítica y Jocs Florals de Barcelona, aportó ritmo, entonación y musicalidad a sus poemas. Quien ha sabido combinar la actividad empresarial con la creación literaria cautiva con una obra redonda y rutilante.
Reverberan los ecos de Cants d'arjau, su primera obra, de 1986, pero hoy Aguiló, orfebre de las palabras, alcanza la plenitud, persuade y convence con Vol d'ocells, al proponer «Un amor segur que, amb el temps, puguis arribar a no estimar gaire».