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Ponga un clásico en su vida. Le voy a hacer caso a Andrea Marcolongo, la escritora y filóloga italiana que cautivó con La lengua de los dioses y que ahora nos encomienda a Virgilio y su Eneida en su nuevo libro El arte de resistir.

«Cuando todo va bien colectivamente, es normal y sano elegir quién ser en el catálogo de Homero: si uno quiere pasiones, Aquiles, y si quiere viajes con aventuras, Ulises. Pero cuando todo empieza a ir mal, la Eneida se convierte en el poema necesario, urgente, un manual para seguir en pie en medio de una tormenta», le dijo Andrea a Marc Bassets en una reciente entrevista en El País.

Pues aquí estamos, en plena tormenta, tras una semana de elecciones autonómicas y municipales que han volcado el tablero descolocando a los unos y a las otras, y que han provocado que se hinchara la balsa neumática de adelantar elecciones generales como SOS. Los náufragos tendrán que remar con tino y si es posible hacerse con un chaleco salvavidas homologado porque ya han llegado las tormentas.

Cuando cae la tarde, llueve a cántaros en Mallorca. Estamos como aquel personaje de García Márquez, el viejo coronel que aguarda una carta que nunca llega, mientras la lluvia no cesa. Con permiso de Vox, cada vez somos, climatológicamente hablando, más Venezuela. Y ahora que la segura nueva presidenta de Balears Marga Prohens y los suyos anuncian como medidas inminentes eliminar el límite de 80 km/h en la vía de cintura y el carril bus Vao, además de ceder a la presión de los comerciantes y restauradores de volver a permitir más atraques de cruceros en Palma, tenemos un azote de cambio climático del que no se va a librar ni el más tozudo de los negacionistas.

Por más piruetas que hagan en el PP, la lógica de los números y la que nunca falla, la del poder, ¿podría convertirnos en Castilla y León, donde por el momento la insignia de los votantes de la ultraderecha les sirve de altavoz a políticas de retroceso en materias tan sensibles como igualdad, inmigración, derechos reproductivos? Demos tiempo al tiempo. De una tacada, aquí los de Campos quieren la Conselleria d’Educació para hacer del castellano la lengua del imperio, del imperio que añoran quienes les votan, y cerrar IB3, ahora que tras años sus trabajadoras y trabajadores habían conseguido acabar con la anomalía de las subcontratas. Si Rick le dice a Ilse en Casablanca que «siempre nos quedará París», a los del general les quedará Son Banya.

El mundo de ayer regresa en esta mañana claroscura donde además de agarrarme a Virgilio, me voy a pertrechar con una bolsa de tela en la que se ha impreso esta petición: ‘Abrázame hasta que Vox vuelva a ser un diccionario’. Me topo en la calle con un pasquín que me devuelve la sonrisa: ‘Estoy en tan baja forma que el ordenador en vez de cookies me ofrece quinoa’. En unas semanas, sabremos más del menú, sobre todo del precio que vamos a pagar cuando nos den gato por liebre.