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Hace unas semanas comenzó un interesante debate sobre si el actual aumento de precios se debe a la codicia de las empresas. El argumento de quienes creen que la inflación se debe a la codicia de los empresarios es que el impulso de precios inicial, dado por los cuellos de botella en la oferta, ha venido seguido de un efecto adicional que ha amplificado la inflación. Este efecto adicional, llamado inflación de beneficios o inflación por codicia, consiste en que las empresas con cierto poder de mercado se aprovechen de la confusión generada por el rápido aumento de los precios para subir precios aún más y aumentar sus márgenes de ganancia.

Para entender esto, debemos tener en cuenta que la inflación simplemente refleja la decisión de las empresas de aumentar los precios. La inflación surge, siempre, porque las empresas y los trabajadores intentan mantener o aumentar sus respectivas posiciones en términos de distribución del ingreso (el trozo del pastel). Lo cual es legítimo. Supongamos que el precio del petróleo aumenta, lo que implica un incremento en los costes de producción de una empresa. La empresa no necesariamente ha de reaccionar aumentando los precios. Estratégicamente, puede decidir mantener precios para ganar cuota de mercado si cree que la competencia aumentará precios. De esta forma puede captar más clientes y compensar la pérdida de mark up con un aumento de volumen. Una segunda opción es trasladar exactamente el aumento de sus costes a precios, con el objetivo de mantener intacto su mark up. La tercera opción es aumentar el margen de beneficio ante la situación de confusión, falta de información e incertidumbre (inflación por codicia). Que las empresas actúen de una forma u otra depende principalmente del grado de competencia que haya en el sector y de la elasticidad de la demanda.

Las tasas de beneficio en España han aumentado en estos años de desconcierto, pero no está tan claro que el conjunto de las empresas haya tenido un comportamiento codicioso. Han sido las empresas de una serie de sectores (construcción, refinamiento de petróleo, fabricación de automóviles y algunos servicios como el transporte y el turismo) las que han aumentado sus tasas de ganancia. Estos son sectores que ‘pueden permitirse’ sacar partido del desconcierto y aumentar márgenes dado que operan en condiciones oligopolistas y la demanda es bastante inelástica al precio. También han aumentado sus tasas de beneficio las empresas inmobiliarias, algo que puede explicarse por la limitada oferta de viviendas, el papel de plataformas de alquiler entre pares como Airbnb y la especulación de fondos de inversión.

No parece, por tanto, que en el conjunto de la economía española se esté produciendo inflación por codicia. En general, las empresas han aumentado precios con el objetivo de evitar que caigan sus tasas de beneficio. Algunas lo han conseguido, otras no. La inflación siempre genera ganadores y perdedores: los ganadores, las empresas que han podido aumentar sus beneficios; los perdedores, las empresas que han visto disminuidas sus ganancias. Hay otros perdedores en esta redistribución del pastel: los trabajadores. En 2022 la inflación fue del 8,5 % mientras que los salarios sólo subieron en torno al 3 %. Dado que los precios de los bienes y servicios finales no caen cuando disminuyen los costes de producción, ahora que los precios de la energía están cayendo es el momento adecuado para que suban los salarios sin que las empresas pierdan mark up. Esto parece estar tras el actual aumento salarial acordado entre sindicatos y patronal.