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En las pelis norteamericanas de buenos y malos, que son casi todas, y preferentemente en las de policías y ladrones, o agentes secretos salvando al mundo, suele pasar que los malvados que acosan al héroe intentando matarle también son polis corruptos, o jefes de la CIA y demás organizaciones más secretas aún (el caso Bourne), o incluso altos cargos militares o el propio presidente de EEUU, que por unas cosas u otras, han sucumbido al poder del mal, o del patriotismo, o de lo que sea. Esto no tiene nada que ver con el ceremonial del poli bueno y el poli malo, sino con la certidumbre de los norteamericanos de que ellos son el mundo, y por tanto, el bien y el mal, y el bueno y al malo, deben ser ellos mismos. Hay excepciones, y a veces algún malo tiene aspecto árabe, o de nazi renacido (antes eran los indios, que ya no quedan), pero en general los héroes de acción siempre descubren sórdidas conjuras internas, y pelean, por así decirlo, contra colegas envilecidos. El bien y el mal son ellos, no admiten foráneos.

No es que no haya malvados ajenos a los cuerpos de seguridad, y muy cabrones, pero no están a la altura de polis y agente secretos, y los dejan para vengadores solitarios o tipos que pasaban por allí. En las pelis USA, todo tiene que ser USA. Los buenos y los malos, que apenas se distinguen, generan grandes confusiones. La vieja confusión inherente a las historias del bien y del mal. Todo esto nos traería sin cuidado, de no ser porque debido a la influencia cultural de esta gente, aquí pasa igual. Nosotros también somos todo el mundo, razón por la que unas meras elecciones municipales y provinciales, en lugar de tratar asuntos domésticos, se convierten nada menos que en la eterna lucha del bien y el mal.

Lo que, como sabemos por las pelis mencionadas, permite toda clase de desmanes. ¡Esa lucha definitiva lo permite todo! ¡Hasta ETA participa, y algunos nazis! Cuando algo deja de ser un simple debate de opiniones muy vagas, y se transforma en lucha a muerte entre el cielo y el infierno, ya cabe todo. Estamos bien jodidos. O mal jodidos, es igual. En las historias del bien y el mal todo es confuso, pero drástico. Ángeles contra demonios. De qué lado estás. Ni yo, que distingo el bien del mal a mil leguas de distancia en días claros, podría contestar.