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Al finalizar este año se cumplirá el centenario de Josep Mascaró Pasarius, nacido en Alaior el 13 de noviembre de 1923, un balear de soca-rel, como se dice en su querida Catalunya, de donde proceden sus antepasados, els Passa-rius lleidetans.

Con los años, este jovencito sin más estudios que los de su escuela primaria de Alaior y la de cartografía y toponimia militar aprendidos en la legión, donde se alistó en 1942, terminaría siendo acreedor del premio José María Quadrado en 1960, el Josep Puig i Cadafalch del Institut d’Estudis Catalans en 1964, el Joan Ramis del Ateneo de Mahón en 1983 y la medalla de oro de las islas Baleares en 1996, el año en que falleció.

¿Dónde está el secreto de su personalidad excepcional? Pues muy sencillo y difícil a la vez: tenacidad, perseverancia, interés por la cultura, optimismo vital y don de gentes inigualable, como así nos lo ha reconocido su yerno, Gabriel Bibiloni, en una magnífica conferencia pronunciada en la Reial Acadèmia Mallorquina d’Estudis Històrics. Yo, desde luego, puedo dejar testimonio de su don de gentes. Me engatusó desde que nos conocimos, sería hacia 1966, en Cultura del Ayuntamiento de Palma, donde trabajaba. Juan Muntaner Bujosa, cronista de la Ciudad, me lo presentó. ¡Que dos personajes! Don Juan todo cultura e inmensa bonhomía, pero tranquilo y cadencioso, y Mascaró un inmenso afán de saber, pero todo nervios. Por entonces ya presumía de hacer, en su faceta de editor, una Historia de Mallorca con la colaboración de diversos estudiosos. Sin apenas pensarlo, me ofreció encargarme del capítulo Mallorca desde el Decreto de Nueva Plana a las Cortes de Cadiz. –Ya verás, te saldrá de maravilla– me aclaró. Yo semanas antes había dado una conferencia sobre la Ilustración en Mallorca y aprovechó la noticia para engancharme. Este trabajo, ampliado, fue la clave de mi dedicación a la historia, y más en concreto a la historia de Derecho, desde mi condición de jurista. Compréndase mi afecto al personaje.

Pero más allá de mi afecto, vaya por delante mi admiración. Sin apenas estudios, constituyendo un auténtico ejemplo de autodidacta, consiguió en 1952 publicar su Mapa General de Menorca, y entre 1952 y 1962 el Mapa General de Mallorca, obra sobre la que se basaría el Corpus de Toponimia de la isla, una obra de gran valor. ¿Cuál de sus facetas es la más atractiva? ¿La de cartógrafo, aprendida en la Legión? ¿La de arqueólogo, sentida desde niño, cuando su maestro de primaria le contaba historias de gigantes bajo la monumental taula prehistórica de Torralba d’en Salort? ¿La de periodista, desde que entró en el diario Baleares para topar con personajes como Gabriel Fuster, Juan Bonet y otros grandes, dirigiendo secciones como la del ‘Dígame usted’ así como reportajes varios? ¿La de fotógrafo, de la mano de su suegro, Agustín Hernando? Este nuestro Pep Mascaró daba para todo. Algo asombroso, sin posibilidad alguna de pararle. Se levantaba a las 4 de la mañana. Todo lo tenía controlado. Sus hijas, María Goretti, Assumpta, Inmaculada y Virginia, así como su mujer, aquella santa    Patrocinio, serán las que mejor testimonio nos podrían dar de todo ello.

Gracias Pep, desde tu yo y tus circunstancias, nos dejaste un ejemplo paradigmático de lo que es amar un entorno y entregarle lo mejor de sí mismo.