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Vaya por delante que debido a mi escaso conocimiento musical no sabía que el himno de España tuviera letra oficial. Porque si continúa sin tenerlo, no es lógico que Marta Sánchez u otro músico lo cante en un acto supuestamente oficial. Y si lo hace, que se lo tome como una auténtica profesional porque no es más que un trabajo, algo particular suyo, y no se queje si la abuchean porque también para eso han de estar los denominados artistas que lastimosamente no siempre son del agrado de todos, más bien nunca. Montar una letra sin más sobre el himno no le concede un estatus especial ni late más su corazón español que el de otros. Sobre todo si su composición podría pasar por la letra de una telenovela de 500 capítulos. Particularmente, preferiría que sonara el himno tal cual, el de toda la vida, aunque lo abucheen porque estas cosas ya son habituales en las finales de Copa del Rey, qué que suene una burda imitación con la única pretensión de exhibirse como cantante y lucir en beneficio propio su sentimiento patrio. Algo que no pongo en duda pero tampoco me interesa en absoluto. Le presto más atención a Rafael Amargo y su pretensión de, a su edad y sus peripecias con la justicia, ser policía nacional. Si por un milagro está capacitado para ingresar en la academia de Ávila tal como lo está la Sánchez para inventarse una letra casposa, pues le aplaudo con ganas mientras me río a mandíbula batiente. Cosas más raras se han visto aunque me queda la duda de si esta recientemente descubierta aspiración es de verdad o es simplemente un alucine fruto de esas sustancias con las que teóricamente trafica. O una combinación de ambas, tal vez. En todo caso, a Amargo le deseo toda la suerte del mundo, como también a Marta, porque lo único que nos queda cuando se va cuesta abajo y sin frenos es la esperanza de alcanzar cotas inimaginables como que no te abucheen.