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Un ritual es un conjunto de ritos, reglamentos, costumbres y ceremonias acerca de algo, o para conseguir algo, y aunque generalmente de origen religioso, como todo lo religioso y tradicional hace mucho que se han expandido por doquier, incluso a las actividades personales, ya que sin un ritual protocolario las cosas pierden fuelle, se quedan en nada. Todo está ya muy ritualizado, empezando por la política, se nota que somos criaturas rituales, igual que todos los animales de pelo y pluma. Tenemos rituales de poder, de cortejo y apareamiento, jurídicos, de enfrentamiento y negociación, de ocio, de lo que se te ocurra. Religiosos, culturales, deportivos, etc., que incluso exigen cierto tipo de vestimenta igualmente ritual, y comportamientos acordes con las fases del ceremonial. Rituales cargados de reglas, como si se tratase de tomar el té, porque desde siempre el ritual de la cosa es mucho más importante que la cosa, y si no se cumple no se hace nada.

Fíjense en los rígidos rituales administrativos, pensados para ser extenuantes, o en el ritual parlamentario, que puede demorar por tiempo indefinido cualquier decisión, lo que no tiene porqué ser malo. Es preferible el ritual para decidir que la decisión en sí. Para el acto de juzgar también se requiere un ritual mayúsculo, muy prolijo, y si se desvía un centímetro ya no vale, se anula todo por defectos de forma. Las formas son fundamentales en los rituales, aunque sea el ritual del primer cigarrillo del día, y si bien ahora el rito mayoritario, que ha sustituido a casi todos los rituales, es el teléfono móvil, la forma de la cosa aún es la cosa. Y más vale no perder esas formas. Vean el ritual enloquecido de las Bolsas. Pavoroso, pero sin él los saqueos todavía se realizarían espada en mano. O el del cortejo, casi abolido y no sé si prohibido por el Gobierno, ya que consiste en confundir a la cortejada (o cortejado) con malas artes y embustes, y eso se hace más rápido con el móvil. Claro que entonces la cosa en sí pierde toda la gracia. Tanto ritual suele ser exasperante, pero sin ellos casi nada vale la pena. Las religiones así lo entendieron hace milenios. Que somos animales rituales, como tantos vertebrados.