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No, no se trata de ninguna nueva cadena de comida rápida en la que les expliquen a los clientes qué es exactamente el producto que están ingiriendo y lo nocivas que pueden ser sus consecuencias para la salud, sino de una moda americana que, como siempre, acaba llegando hasta nosotros y dejando sentir sus efectos de formas insospechadas (o al menos eso es lo que de seguro esperarán sus promotores). El caso es que a alguien en los complejos y siempre vanguardistas Estados Unidos se le ocurrió la brillante idea de organizar cenas en las que los comensales disfrutasen de sus platos tal y como los dioses les trajeron al mundo (los comensales, no los platos), y tamaño invento parece haber llegado hasta nuestros lares, donde por un módico precio que por lo visto roza el centenar de euros se degusta un menú vegano (supongo que por aquello de que carne ya hay bastante, al menos a la vista), acompañado de otras personas que no llevan ningún tipo de ropa encima (supongo también que por aquello de no mancharla). ¿Y cuál es el incentivo del asunto? Pues como se pueden imaginar si están leyendo esto, ninguno en absoluto, ya que estoy seguro de que tanto mis lectoras como mis lectores estarán alzando una ceja y pensando que no lo harían por nada del mundo y que algo así no tiene ningún interés… pero solo por si acaso, les diré a ellos que los caballeros necesitan previa recomendación para acceder, aunque eso sí, no se precisa más etiqueta que los buenos modales.