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Este mes de abril se cumple medio siglo de la edición de la Sèrie Mallorca. Cincuenta años que no han sido suficientes para que Mallorca reconozca su gran valor artístico y, consecuentemente, que considere y agradezca a su autor la obra tal como se merece. La Sèrie Mallorca es la última gran obra maestra de la trayectoria artística de Joan Miró. Y no solamente esto, sino que es la obra gráfica de mayor plenitud y madurez del siglo XX. Es necesario recordarlo porque él afirmó en repetidas ocasiones que no le parecía justo que se considerase la obra gráfica a un nivel inferior a la pictórica. Para él, ambas prácticas, no solamente estaban al mismo nivel, sino que, además, sus facultades personales eran mucho más ingentes para la primera que para la segunda. Que comerciantes isleños consideren la Sèrie Mallorca como una obra menor y que los coleccionistas mallorquines no hayan sido capaces de percibir toda su grandeza no cualifica a la obra, sino a Mallorca. Así como La Masia es la obra maestra de sus inicios y Els tres blaus de su madurez, la Sèrie Mallorca lo es de su plenitud.

La obra de Miró tiene dos aspectos, aunque    no en todas ellas estén diferenciados    porque en muchas ambos se entremezclan. Uno tiende más hacia la sutileza y el otro puede encaramarse más hacia la conmoción. Mientras el primero intenta satisfacer la sensibilidad del espectador, el segundo pretende golpear su mirada para que vaya hacia un nuevo punto de vista. En el primero hay más campo para el placer plástico y en el segundo predomina el intento de cambiar la forma de mirar. La Sèrie Mallorca está más entroncada con el segundo, porque él, que tenía un amor a Mallorca muy superior a muchos nativos, no puede obviar cierta crítica al pueblo mallorquín por no haber tratado a Mallorca con el amor que él le profesó. La extrema seriedad y la fuerte crítica de esta obra es la causa que al mallorquín le cueste apreciar en su justa medida su gran valor y su enorme importancia. En cualquier caso, el grabado más crítico con el comportamiento mallorquín, el número 5, y también el más desenfadado, es en el que se puede apreciar su afectuosa crítica    inherente.

La Sèrie Mallorca, en sus nueve grabados básicos, muestra su gran maestría en el trazo que ejercita sobre la plancha del grabado, el cual por sí mismo ya permite entrever que la hendidura que deja sobre la plancha será rellenada por el negro inigualable de Miró, dejando posteriormente, mediante la impresión sobre el papel, la incontestable verdad de que el color ciertamente significativo de Miró es este negro y que todos los demás, por muy atractivos que resulten, no dejan de ser concomitantes de este negro único que es el que de verdad expresa lo que Miró pretende. La grandeza de la Sèrie Mallorca es que los grabados no solo forman una unidad, sino que su orden (del 1 al 9) es inalterable, porque, como en una película, un montaje diferente alteraría su significado. De ahí la explicación de por qué hizo cuatro estados de cada gravado. El primero es el negro acompañado por el color. El segundo es sólo el negro, que por sí mismo ya es suficiente para expresar lo que él pretende. El tercero es de los colores que acompañan al negro en el estado primero y que solitarios quedan fatalmente inexpresivos. Y por último el negativo, que es el inverso del segundo, con el fondo en negro y el trazo en blanco. Estado al que casi nadie ha sabido apreciar, pero queda perfectamente claro que Miró deseaba, mediante este estado, dejar muy explícita la importancia del trazo y que el color es mero comparsa.