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Van a reescribir algunos pasajes de los libros de Agatha Christie para adaptarlos a los tiempos actuales. Se empieza por ella y con el tiempo se pasará a autores como Bukowski, Jack Kerouac o Burroughs. Y no bastará con cambiar unos párrafos sino novelas enteras porque si por algo se caracterizaban sus textos era por su carácter provocador y alternativo, irreverente en sí, que puede producir «terribles secuelas» en la mentalidad actual. Me resulta extraño que no se tenga en cuenta el momento en el que los libros de Agatha Christie fueron publicados, cómo era aquella sociedad y las repercusiones de su literatura. A los que somos lectores habituales no nos hace falta que nos maquillen ninguna escena. La empatía que te proporciona el hábito de la lectura te permite abrir la mente y ubicarte en la época pertinente sin necesidad de que venga ninguna suerte de censor y decida lo que debes leer y lo que no. Sería cómo pintar sobre un cuadro de calidad contrastada sólo porque lo que se exhibe no es para mentes frágiles y determinadas como las que se han creado en las últimas décadas. Cualquier actividad artística debe producir una serie de emociones que van desde la risa al llanto, pasando por la indignación. Si las licuas de todo esto, tal vez se logre un producto de repetición, tan sabroso como una hamburguesa de una cadena americana pero tan falto de proteínas y lípidos saludables como la misma. Ese tipo de amputación literaria en pos de un lector más complacido puede deberse también a una estrategia de márketing para que el sector editorial renazca a un determinado número de autores ya casi olvidados y se multipliquen las ventas. En los años 80, colorearon varias películas clásicas del cine negro. Se veían absurdas pese a las tonalidades ligeramente suaves de las que se les dotó. Lo peor es que parecían perder su auténtica esencia y no resultaban tan perturbadoras.